United States or Brazil ? Vote for the TOP Country of the Week !


Nepomuceno bebía también su copita de Jerez llena de migas de rosquilla de yema, y callaba; como si no estuviera en sus atribuciones fijarse en las tonterías de su sobrina, que, desde que había vuelto a darse de alta, hacía la loquilla y la muchacha y se permitía unas bromitas y unas alusiones alarmantes, de que él no quería hacerse cargo por ahora.

Y al compás de las oscilaciones de su dedo, comunicó el diplomático sus noticias alarmantes... El respetable Butrón no se conmovió ni pizca. ¿Acaso era él bobo?... Al tanto estaba de todos aquellos manejos; pero callaba, callaba y hacía la vista gorda, porque tenía la seguridad y su vanidad inmensa se la daba, en efecto de que el futuro gabinete no podría prescindir de su persona y sus servicios... En cuanto a Sabadell, era otra cuestión: habíase forjado ilusiones absurdas, que en el futuro orden de cosas era imposible realizar.

El enfermo fue trasladado al hospital, de lo que recibió su hermano mucho contento, porque algo más vale desahuciado que muerto. Cada día llegaban a la ciudad noticias alarmantes del vuelo que tomaba la insurrección.

Ocho días duró la congestión pulmonar, y cuando Duhamel ordenó a Pilar levantarse, porque la cama acrecentaba el recargo y agotaba sus fuerzas, era aquella criatura un espectro; a los caracteres asaz tristes de la anemia, se unían ahora otros más alarmantes. Al vestirse, sus miembros no sostenían la ropa, que se escapaba del cuerpo como de un maniquí mal relleno.

Llegó a su despacho el señor vicario general, y sin saludar a los que allí le esperaban, se sentó en un sillón de terciopelo carmesí detrás de una mesa de ministro cargada de papeles atados con balduque. Apoyó los codos en el pupitre y escondió la cabeza entre las manos. Sabía que le esperaban, que pretendían hablarle, pero fingía no notarlo. Esta era una de las maneras que usaba para hacer sentir el peso de su tiranía; así humillaba a los subalternos; despreciándolos hasta no verlos a los dos pasos. Primero era su mal humor. Un mal humor de color de pez. La bilis le llegaba a los dientes. ¿Por qué? Por nada. Ningún disgusto grave le habían dado; pero tantas pequeñeces juntas le habían echado a perder aquel día que había creído feliz al ver el sol brillante, al lavarse alegre frente al espejo. Primero su madre tratándole como a un chiquillo, recordándole las calumnias con que le perseguían; después las noticias alarmantes y las bromas necias del médico, luego aquella Visitación, La Libre Hermandad, Olvidito faltando a la disciplina... y sobre todo aquel demonio de Obispo abrumándole con su humildad, recordándole nada más que con su presencia de liebre asustada toda una historia de santidad, de grandeza espiritual enfrente de la historia suya, la de don Fermín... que... ¿para qué ocultárselo a mismo? era poco edificante.... Aquel paralelo eterno que estaba haciendo Fortunato sin saberlo, irritaba al Magistral. Y ahora le irritaba más que nunca. Ahora le parecía que la superioridad intelectual del vicario era nada enfrente de la grandeza moral del Obispo.

Pero lo que respondía el cura: «¡Lo que al santo le tocaba hacer ya lo ha hecho! ¡A casaRafael, dejando el cirial a uno de los suyos, se quedó en el puente entre un grupo de conocedores del país, que lamentaba los daños de la inundación. Llegaban a cada instante, no se sabía cómo noticias alarmantes de los daños causados por el río.

Condenó a muerte en un bando que hacía cumplir estrictamente, a todo el que volviera la espalda al enemigo durante el combate, a todo el que sin vacilar no se dirigiese al puesto designado por su jefe, aun cuando viese en él una muerte segura, y a todo el que pronunciase voces alarmantes, como que nos cortan, que viene la caballería, etc....

Pues bueno: si las exploraciones de don Alejandro Bermúdez Peleches en los profundos de la conciencia de su hija, tan alarmantes por lo aparatosas, las hubiera hecho, con su llaneza habitual, Virtudes, por ejemplo, la íntima de Nieves en el colegio, Nieves, por derecho y a la buena de Dios y con el laconismo que ella usaba, habría satisfecho la curiosidad de Virtudes en la siguiente forma, palabra más o menos: Desde que leer y escribir, tengo yo sospechas de que papá y mi tía Lucrecia quieren que sirvan para algo las cartas y los retratos que nos mandamos tan a menudo Nachito y yo. Chiquitín era él, y ya me requebraba. Se lo reprendí muchas veces, no precisamente porque me requebraba, sino por el modo de requebrarme. ¡Me decía unas cosas tan pegajosas! Figúrate que hasta me llamaba huerita, porque soy rubia.

Sarto, el irrespetuoso veterano, le dio un fuerte puntapié, pero no se movió. Entonces noté que la cara y cabeza del Rey estaban tan mojadas como las mías. Ya hace media hora que procuramos despertarlo dijo Tarlein. Bebió tres veces más que cualquiera de nosotros gruñó Sarto. Me arrodillé y le tomé el pulso, cuya lentitud y debilidad eran alarmantes.

Oropel, luces, relumbrones, escenas cáusticas, contrastes imposibles, aventuras maravillosas y disparatadas, alarmantes; pero que cautivan, que seducen, que nos arrastran á despecho nuestro; sobre todo, lavar la cara de las cosas, mover el palaustre; aquí la expresion más constante y más universal del arte francés.