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Actualizado: 18 de junio de 2025


Yo no tengo la culpa de que se me haya mandado le enviase á palacio... hice lo que debía hacer; reprendí á Cornejo... le aterré... y sabiendo que don Rodrigo Calderón llevaba sobre las cartas que comprometían á su majestad... llevé á mi sobrino, quiero decir, á don Juan Girón, á un lugar donde podría encontrar á don Rodrigo, y le dije: Mátale, hijo, quítale las cartas de su majestad y llévalas á palacio, donde te llaman.

Pues bueno: si las exploraciones de don Alejandro Bermúdez Peleches en los profundos de la conciencia de su hija, tan alarmantes por lo aparatosas, las hubiera hecho, con su llaneza habitual, Virtudes, por ejemplo, la íntima de Nieves en el colegio, Nieves, por derecho y a la buena de Dios y con el laconismo que ella usaba, habría satisfecho la curiosidad de Virtudes en la siguiente forma, palabra más o menos: Desde que leer y escribir, tengo yo sospechas de que papá y mi tía Lucrecia quieren que sirvan para algo las cartas y los retratos que nos mandamos tan a menudo Nachito y yo. Chiquitín era él, y ya me requebraba. Se lo reprendí muchas veces, no precisamente porque me requebraba, sino por el modo de requebrarme. ¡Me decía unas cosas tan pegajosas! Figúrate que hasta me llamaba huerita, porque soy rubia.

Aquí me asaltó de pronto un recuerdo, y pedí a Facia las señas «particulares» de su marido. Comenzó por la de un chirlo en la cara que le partía un ojo y la nariz, y no necesité de las restantes para dar por conocido al personaje. Sin descubrirle mis sospechas, la reprendí duramente por haberme ocultado hasta entonces lo que me estaba declarando.

7 Entonces lo medité para conmigo, y reprendí a los principales y a los magistrados, y les dije: ¿Tomáis cada uno usura de vuestros hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea.

10 Y entendí que las partes de los levitas no se les habían dado; y que los levitas y cantores que hacían la obra habían huido cada uno a su heredad. 11 Y reprendí a los magistrados, y dije: ¿Por qué está la Casa de Dios desamparada? Y los junté, y los puse en su lugar. 12 Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los cilleros.

¡Ah, vil esclava! me dije mostrándole los puños a mi imagen en el espejo, ¿soportarás por más tiempo semejantes cosas? ¿Será posible, que por cobardía, no te atrevas a sublevarte? Durante un rato me reprendí duramente; vino luego la reacción, caí sobre una silla y lloré mucho. ¿Qué he hecho yo pensaba, para que me trate así? ¡Qué odiosa mujer!

Palabra del Dia

irrascible

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