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Acurrucada en su butaca al lado de la ventana y envuelta en chales y mantas a pesar del ardiente sol de junio, cuyos rayos espolvoreaban de oro el estrecho despacho, permanecía allí largas tardes con la mirada vaga, sin hablar y acaso sin pensar, las manos inertes, y los párpados medio cerrados como esos pobres pajarillos de las islas que esconden la cabeza debajo del ala sin que nada pueda sacarlos de su sopor.

El atlot hablaba de él con desprecio. Aquel gallina no podía darse el lujo de matar a un hombre. ¡Todo farsa! Otras veces, al abrir el herido sus ojos, veía la figura inmóvil y acurrucada de la mujer de Pep mirándolo fijamente con sus pupilas sin expresión, moviendo los labios como si rezase, interrumpiendo este silabeo mudo con suspiros profundos.

Misia Casilda quedó espantada, temblando más de susto que de frío. ¡Ah! ¡Dios mío! ¡se va a jugar! Quilito juega, Quilito juega... ¡Dios mío, Dios mío! Pasó el resto de la madrugada en vela, y el alba la encontró acurrucada en la cama, los ojos arrasados de lágrimas amargas; se oían rodar los carros en la calle, cuando entró el niño.

En el extremo del salón y acurrucada en un gran sillón de terciopelo de Utrecht de un amarillo ajado, estaba Elena Lacante. Esperó para levantarse a que estuviese yo muy cerca de ella, y se estuvo tiesa delante de , sin ofrecerme la mano y mirándome furtivamente a través de las largas pestañas negras de sus párpados medio cerrados.

La reciente viuda, con una mala saya de percal, desgarrada y sucia, en mangas de camisa, desgreñada y descalza, esperaba á la fúnebre comitiva, acurrucada en un rincón de la destartalada habitación en que había muerto su marido: sala, alcoba, pasadizo y comedor al mismo tiempo; pues aquella pieza y otra reducidísima y obscura que servía de cocina constituían toda la casa.

Un gran charco coagulado ante la chimenea anunciaba que la desgraciada se había herido allí. Un reguero de un rojo obscuro demostraba que había tenido fuerzas para arrastrarse hasta la cama. La criada, que había llamado a la justicia y alarmado al vecindario, ya no gritaba. Acurrucada en un rincón, con los ojos fijos en el cadáver de su ama, miraba ir y venir a toda aquella gente maquinalmente.

Costole algún trabajo, y abrió en balde varias puertas antes de dar con él; al abrirlas, solía asomarse una cabeza, y una voz áspera decir: «está llenoEn otros departamentos vio formas confusas, gente acurrucada en los rincones o tumbada en los cojines. Al fin acertó, reconoció su sitio.

Solamente cuando cruzábamos el bosque y la luz de los faroles del carruaje, al reflejarse sobre los troncos húmedos de los árboles, enviaba cierta claridad al interior, pude distinguirla acurrucada, hundida, en el rincón opuesto al mío; se habría dicho que trataba de romper el obstáculo para tirarse a la carretera. ¡Dios mío! ¡Pobre criatura!

Ha sido casi necesario emplear la fuerza para sacarlo de su retiro. Con paso torpe ha salido tambaleándose del molino. Ha encontrado a su mujer acurrucada en un rincón, con las mejillas pálidas y la mirada temerosa.

La muerte, muy próxima, acurrucada sobre aquella joven víctima, quitaba a la aventura lo que, de otro modo, hubiera tenido de irresistiblemente jovial, y la emoción que lo dominaba salvó del ridículo a aquel padre recalcitrante. Por muy tarde que se hubiesen conmovido sus entrañas por aquel pobre ser nacido de él, había sentido, sin embargo, en su corazón la llamada de la Naturaleza.