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Actualizado: 2 de mayo de 2025
De hoy en ocho días firmaremos el contrato. Ya sabéis, querido amigo, que es asunto que os atañe. Permitidme que acompañe a esas señoras hasta el coche, y nos acercaremos al círculo. Por el camino hablaremos. Pero cubríos, ¡qué diablo! No había visto que permanecíais con el sombrero en la mano. ¡Cuando menos se piensa se atrapa un resfriado!
Nada de eso, nada de eso respondía el cura, que no entendía de finuras... Me voy porque me voy... Buenas tardes... Adiós, señoras. Acompañé al cura hasta la puerta, y sus últimas palabras fueron: Sobre todo, no falte usted a la caridad... Cuando volví al salón, la conversación era ya animada. La de Sarcicourt estaba dando a la abuela una receta exquisita para hacer el pudign con fresas.
»Mis contrariedades correspondientes llegué a tener dentro de ello, no te creas, y aun empecé a sentirlas un poco, porque los amigos no son de hierro, y papá no está ya, por falta de costumbre, para abusar de ciertas valentías; pero todo se fue venciendo con la mayor facilidad y hasta con ventajas para mí; pues me he avezado a andar sola cuando no tengo quien me acompañe por estos despejados alrededores, y sola voy también con Leto en su yacht, cuando papá no se encuentra de humor para venirse con nosotros.
Como no cumpliré diez y ocho años ni seré dueña de mí misma el día veinte, y como no tengo una madrastra enferma, no es de razón que me quede. ¿Me permitirá entonces que la acompañe otra vez hasta la ventana del Instituto? Al volver media hora más tarde, Príncipe encontró a Carolina sentada en un taburete a los pies de la señora de Ponce.
Una noche, después de una cena en un baile, acompañé a una señora que no había tenido inactivo el tenedor, a su asiento, donde se acomodó con voluptuosidad, saboreando una exquisita taza de café. «¿Se encuentra usted bien, señora? Perfectamente; ¡para eso pelearon nuestros padres!». La república es bogotana pura.
Estaba impaciente; salí de casa, y en la carretera me encontré con el médico viejo. Era gran madrugador y salía temprano para su visita. Le saludé, le acompañé, le dije si conocía a Mary y le pregunté qué se decía en el pueblo de las galanterías de Machín. Nada malo. Puedes estar tranquilo. No creo que le haga el amor a Mary. Está correctísimo con ella y la trata con gran consideración.
Ella le cuenta el trastorno que ha experimentado el juicio de su marido, y los peligros que la amenazan, y el Conde la confía á un servidor suyo, para que la acompañe hasta que se presente á la Reina, sabedora ya del secreto de su nacimiento. García recibe después la invitación de trasladarse á la corte, para ponerse al frente de las tropas, que se le han confiado.
¿No es esa la jóven que entró aquí sola á presencia de todo el mundo? Pues si aquí vino sola, si sola se iria hasta el fin de la tierra, ¿por qué ese coquetismo de que la acompañe el tenor ante un público que está convencido de que no tiene necesidad alguna de compañía?
La rudeza campesina no ha dado por fruto en Venusta una inocencia candorosa, sino la corrupción más grosera. Ganas nos dan de seguir al médico D. Jacinto, rogando al Sr. Nogales que nos acompañe y nos sirva de guía, para ver si lejos de Venusta y en población más grande y civilizada, van las cosas un poco mejor y no hay que avergonzarse de tanto pecado ni que lamentar tanta miseria.
¿Y, por ventura, se la roban a usted de casa para llevársela por esos mundos afuera... a Méjico, verbigracia, donde no la vuelva a ver en muchos años... o nunca quizá? Si hasta por ese lado sale usted ganando en la nueva jugada; pues lejos de quedarse sin la única hija que tiene, adquiere otro hijo más, que le acompañe y le quiera y le venere... ¡Ah, caramba, si yo me viera en pellejo de usted!
Palabra del Dia
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