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Ni el clamor de las olas, ni su cambiante manto de ópalo y plata y zafiro, ni los hermosos celajes abrasados por los rayos del sol moribundo serenaban jamás por completo su frente.

O ya que fuese por las amenazas de don Quijote, o porque Ambrosio les dijo que concluyesen con lo que a su buen amigo debían, ninguno de los pastores se movió ni apartó de allí hasta que, acabada la sepultura y abrasados los papeles de Grisóstomo, pusieron su cuerpo en ella, no sin muchas lágrimas de los circunstantes.

Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros, que tiene muchos, que bien merecen ser abrasados, como si fuesen de herejes.

El pueblo, alentado por una parte con la codicia de apoderarse de las haciendas de los judíos, i por otra viendo en ellos las zarzas, ortigas i abrojos que suelen crecer entre los sembrados para llevarse toda la sustancia de su madre la tierra, dejándolos sin el mas pequeño mantenimiento espuestos á ser consumidos i abrasados por los rayos del sol, i sin vigor i fuerzas para resistir el empuje del viento airado, alborotóse otra vez i corrió á las juderías, resuelto á esterminar á todos los israelitas que en ellas nacieron, i que en ellas moraban.

¡Qué tres días! Yo me figuraba estar prostituida de un modo extraño (aquí la letra de la Regenta se hace casi indescifrable para ella misma.) ¡Todo Vetusta me había visto los pies desnudos, en medio de una procesión, casi casi del brazo de Vinagre! ¡Y tres días con los pies abrasados por dolores que me avergonzaban, inmóvil en una butaca! Llamé a Somoza que se excusó. Vino el sustituto Benítez, silencioso, frío; pero comprendí que me observaba con atención cuando yo no le miraba. Debía de creer que yo me iba volviendo loca.

El amante pide al cielo venganza si falta después á sus promesas: Plegue á Dios, prenda querida, Si llorares ofendida Mi lealtad y fe inconstante, Que vengativo levante Peligros contra mi vida Cuanto esta máquina encierra: Si navegare, la guerra Del mar, llevándome á pique, Naufragios me notifique Inauditos; si en la tierra, Entre caribes adustos, Abrasados arenales, Tigres del monte robustos, Rayos de nubes mortales, Rigores del cielo justos, Todos juntos, homicidas, Verdugos de mis enojos, En las prendas más queridas Ceben su furia á mis ojos, Porque me quiten más vidas.

A dios, conversaciones suficientes A entretener un pecho cuidadoso, Y á dos mil desvalidos pretendientes. A dios, sitio agradable y mentiroso, Do fueron dos gigantes abrasados Con el rayo de Jupiter fogoso. A dios teatros publicos, honrados Por la ignorancia que ensalzada veo En cien mil disparates recitados.

Y que te brinde copa reluciente, Y al apurarla lleno de embriaguez, En la lengua te pique una serpiente, Que surja enfurecida de la hez. Luego te traiga naipes caldeados, Y te obligue con ellos á jugar, Y sientas por tus dedos abrasados Tu negra sangre á chorros destilar.

Inclinó la suya el conde para darle un beso en la frente y sintió sus labios abrasados por el calor de la fiebre. Gozó la criatura algunos momentos de sueño letárgico. Corrían de vez en cuando por su tierno cuerpo vivos estremecimientos. Despertó al fin dando un grito. ¡Luis, que me llevan!... ¡Míralos, míralos... ahí están! Sus ojos expresaban un terror pánico.

A esta fatalidad sobrevinieron otras, cuales fueron la de haberlos cargado el enemigo, haberse pegado fuego á la pólvora que tenian, y caídoles un lienzo del edificio en que se alojaban: y muertos unos, otros abrasados, y no pocos envueltos en la ruina de la pared, fueron todos consumidos y disipados, y el rebelde se aprovechó de las armas de fuego y blancas, reforzándose con los despojos de sus mismos enemigos.