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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Sí; por más señas que esta mañana los vi en misa. Pues míralos; ahora se desnudan, y el gran sacerdote, y Edipo, y Jocasta, y el pueblo tebano entero, se van a cenar sin más acompañamiento, y dejándose a su patria entre bastidores, algún carnero verde, o si quieres, un excelente beefteck hecho en casa de Genyeis. ¿Quieres oír a Semíramis? ¿Estás loco, Asmodeo? ¿A Semíramis?
Inclinó la suya el conde para darle un beso en la frente y sintió sus labios abrasados por el calor de la fiebre. Gozó la criatura algunos momentos de sueño letárgico. Corrían de vez en cuando por su tierno cuerpo vivos estremecimientos. Despertó al fin dando un grito. ¡Luis, que me llevan!... ¡Míralos, míralos... ahí están! Sus ojos expresaban un terror pánico.
Míralos bien, Cornelio, que lo merecen. Tienen veinticinco o treinta pies de alto y crecen espontáneamente en los bosques húmedos y calurosos de ciertas regiones intertropicales del Asia Oriental. Por los motivos que después diremos, sólo los hay en algunas de las islas Molucas, donde se los cultiva en grande escala, y en los bosques inmensos y salvajes de Nueva Guinea.
¡Míralos cómo bajan la cabeza esos malditos! ¡Si nos tuvieran entre sus uñas ya estarían más contentos los muy arrastrados! ¡Gritad ahora viva Carlos Séptimo, tunantes! Pero con quien más se ensañó el furor popular fue con María. Ni su juventud, ni su belleza, ni su debilidad fueron parte a librarla de feroces y asquerosos insultos. ¿Quién es la mujer que viene entre ellos?
Ambos son venenos virosos, es a saber, que se queda uno dormido y en sueños se acaba. Pero yo me pregunto: En las tinieblas del sueño, ¿no producirán los pataleos de la bestia horribles martirios? ¿Qué te parece a ti? ¿Preferiremos la digitalina, que mata por asfixia? ¿O nos fijaremos en los mercuriales? Míralos aquí: El ioduro de Mercurio, rojo; el cianuro de Mercurio, blanco.
Espléndido sol doraba los campos. Toda la luz del cielo parecía que se colaba dentro del corazón de los esposos. Jacinta se reía de la danza de los algarrobos, y de ver los pájaros posados en fila en los alambres telegráficos. «Míralos, míralos allí. ¡Valientes pícaros! Se burlan del tren y de nosotros». Fíjate ahora en los alambres. Son iguales al pentagrama de un papel de música.
Los automóviles resbalaban como diminutos insectos por la cuesta que desciende á La Condamine. Entraron en una avenida asfaltada, entre dos masas de estrechos y tupidos jardines, que conduce al Museo Oceanográfico. ¡Míralos! dijo Alicia con expresión triunfante, al mismo tiempo que daba con un codo al príncipe.
Mira, papá dijo de pronto aquélla , qué bonita es esta costa de la bahía. ¡Cuántas islillas verdes que apenas se alcanzan a ver desde casa! ¿Y don Claudio y don Adrián? ¡Qué lejos quedan!... ¡Míralos!... Creo que saludan.
Palabra del Dia
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