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Actualizado: 14 de junio de 2025


La idea de un orgullo abatido, de un ánimo esforzado que sucumbe ante fuerzas superiores, no puede encontrar imagen más perfecta para representarse a los ojos humanos que la de aquel oriflama que se abate y desaparece como un sol que se pone. El de aquella tarde tristísima, tocando al término de su carrera en el momento de nuestra rendición, iluminó nuestra bandera con su último rayo.

Ahora lo distinguía perfectamente; era él, pero aun más abatido y desmejorado que cuando por última vez lo vio; velaban su rostro tintas cárdenas, y la negra barba lo sumía en un cerco de sombra; sus ojos brillaban cual si tuviese calentura. Sentase al escritorio y escribió dos o tres cartas. Estaba frente por frente a Lucía y ella le devoraba con los ojos.

Al pronunciar estas palabras, se acercó a la chimenea, consultó el reloj, y, haciendo un gesto de espanto, me dijo en voz baja: «Esta mañana, al despuntar el día, me sentí tan débil y abatido, que casi no podía levantarme. Llamé a mi ayuda de cámara, y acudió Yago, en lugar de aquél. ¿Qué tengo? le pregunté.

Completamente abatido, con una sensación de frío, como el que despierta de una pesadilla, acompañó al médico, y partieron juntos. El día siguiente, domingo, predicó sin embargo un sermón que se consideró el mejor, el más vigoroso y más lleno de unción celeste que hasta entonces hubieran pronunciado sus labios.

Tristán salió un momento después de comer y quiso distraerse en el café, pero no pudo lograrlo. Se hallaba tan melancólico, tan abatido que muy presto se restituyó a su casa. Clara se disponía a acostarse, pero no en la alcoba del gabinete donde dormía el matrimonio, sino en otra habitación alejada.

¿Será verdad? preguntó la tía María a Stein, que venía buscándola. ¡Ella lo quiere! respondió él con semblante abatido. Eso es lo que dice siempre su padre continuó la tía María ; y con esa respuesta, la habría dejado morir si no hubiera sido por nosotros. ¡Ah don Federico!, ¡está usted tan bien aquí! ¿Va usted a ser como el español que, estando bueno, quiso estar mejor?

Faltó poco para que don Mariano lo echase todo a rodar, lanzando algún insulto a la cara de aquel soldadote; pero las amarguras que desde la noche anterior venía padeciendo le tenían muy abatido. Por otra parte, temió comprometer gravemente la situación de su hija, y viéndola libre no quiso perderla de nuevo.

Cuando los recién venidos entraron en la cabaña, encontraron al pescador triste y abatido, sentado a la lumbre, frente de su hija, que con el cabello desordenado y colgando a ambos lados de su pálido rostro, encogida y tiritando, envolvía sus desordenados miembros en un toquillón de bayeta parda. No parecía tener arriba de trece años.

Encontrábame triste, abatido, cansado de la vida: el destino me había tratado con dureza, arrebatándome seres queridos, frustrando mis proyectos, aniquilando mis esperanzas: hombres á quienes llamaba yo amigos, se habían vuelto contra mi, al verme luchar con la desgracia: toda la humanidad, con el combate de sus intereses y sus pasiones desencadenadas, me causaba horror.

Cuando, cansado por las luchas del mundo o abatido por los reveses de la suerte, Félix buscara en el hogar fuerzas y consuelos, ella, con los brazos abiertos, le brindaría reposo, y con sus frases de cariño le infundiría esa fe que el temple de las grandes almas sabe trocar en energía.

Palabra del Dia

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