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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Pero a la vez que el éter, el esmalte, la flor, exaltaban sobre Toledo aquel resto de gracia sarracena, la mayor parte de los vecinos había cambiado sus trajes de costumbre por tristes ropas de luto.

Y dirigiéndose a la joven: Vaya, niña: una tacita de de hojas de naranjo, con unas gotas de éter. La enferma parecía no poner atención a los dichos del médico, y me miraba dolorosamente, como si quisiera decirme. «¡Ya lo ves! ¡No creo en nada de estoRecetó Sarmiento unas cucharadas y una pomada. Le acompañé hasta el zaguán. Doctor; dígame la verdad.... ¿Cómo ve usted a mi tía?

« das la vida y la fuerza. Los otros dioses anhelan que los bendigas. La inmortalidad y la muerte son tu sombra. ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». «Las montañas cubiertas de nieve y las agitadas olas del mar anuncian tu poderío. Tus brazos abarcan la extensión de los cielos. ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?». « iluminas el éter.

¿Por qué no ha llamado usted? Era inútil; no hay más que darle la poción calmante prescripta por el doctor, pero, esta vez, no lo calma nada; tuvo, hace poco, un síncope corto; creo que ahora está un poco mejor. Por prudencia acabo de telefonear al médico. Juan pasaba suavemente por la frente del enfermo un pañuelo mojado en éter.

Luego se quitó de cuentos, y cogiendo a la pobre modista por un brazo, la plantó en la calle, sin darle tiempo a que se pusiera la mantilla. ¿Has visto qué pedazo de bárbaro?... Milagros se desmayó. Tuvimos que aplicarle éter y qué yo qué más cosas... En fin, por sacarla de este compromiso, he tenido que traerme a casa las telas y la modista para hacer aquí la labor.

En una narración poética, que tal es cualquiera novela, aunque en prosa esté escrita, una mujer inmaculada, una santa, un ángel, no puede mezclarse en la acción sino a costa de los otros personajes; lo mejor es que aparezca, sin llegar con el extremo de su vestidura al lodo de la tierra, y acabe por esfumarse en el éter o por subir al empíreo. Sus pies apenas si deben tocar al suelo.

Continuaba riendo de su propio comentario, sin ninguna intención oculta. El secreto de Alicia sólo él podía conocerlo. Aún dieron varios paseos entre los cañones y los árboles. De pronto, empezaron á sonar las campanas de las iglesias y conventos de Mónaco, conversando, á través del éter cargado de luz, con las del fronterizo Monte-Carlo. Las doce. Novoa se inquietó.

Faltole el aliento y sintió escapar su memoria, su imaginación y todas sus potencias, perdiéndose en una alegría inmensa y ansiosa, donde todo el ser se bañaba como en un éter purísimo. Acercó el rostro al del Señor; tocó con sus mejillas las del Amado, posó los labios en la blancura de su frente, en el fulgor de sus ojos, en el coral de sus labios.

Así probaría yo experimentalmente que no es enorme disco, suspendido en el éter y asido por eje de diamante a las cristalinas esferas que giran en torno suyo sobre dicho eje con arrebatada y pasmosa armonía.

Si yo cayese en la tentación de hacerme espiritista y de dar fe a la palingenesia, metempsícosis, o como quiera llamarse, imaginando que renacemos en otros astros y mundos de los que pueblan el éter insondable, entendería que la mujer siempre quedaba mujer; pues tendría yo una desazón grandísima si me volviese a hallar, en Urano o en Júpiter, con la linda señora, a quien hubiese amado en nuestro planeta, aunque fuese de un amor más platónico que el de Petrarca por Laura, convertida en caballero o en algo equivalente, según los usos de por allá.

Palabra del Dia

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