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Actualizado: 19 de mayo de 2025
PARA HACER DESAPARECER LAS ARRUGAS DE LOS PÁRPADOS. Se lava con agua de meliloto, después se pone, por la noche, una capa de la pomada siguiente: Vaselina 60 gramos. Polvo de alumbre 0,75 Bálsamo de la Meca 10 Tanino al éter 0,25 Sulfato de alúmina 1 Al ponerse la pomada se ha de procurar que no penetre en los ojos. Almendras dulces 200 gramos Alcohol de vino a 60° 35 Agua de rosas 40
¡Toda de blanco vestida, toda blanca sobre un banco de violetas reclinada te veía, y a las rosas moribundas y a ti una luz tenue y diáfana alumbraba luz de perla diluida en un éter de suspiros y de evaporadas lágrimas! De repente todo cambia.
Quise confundir mi alma con la de ella, para que unidas fuésemos ambas almas en busca tuya. Y ella me ha dejado. Mi alma está sola, en la tenebrosa región del éter, en el vacío insondable y frío, sin astro que le dé luz ni calor, lejos de todos los soles, más lejos aún de donde tú moras. Dios mío, Dios mío, ¿qué será de mi alma?
No sé por qué, esos valses fascinadores, de cumplidas y ondulantes frases, que parecen dibujadas en el éter por la batuta mágica del maestro, me produjeron una profunda melancolía, trayéndome al recuerdo unos versos en que Hugo contempla, a través de los cristales empañados por el frío de la noche, el cuerpo de su amada enlazado por el brazo de un rival feliz. ¡Pero qué variado espectáculo!
Eso que nos aparece como un poco de polvo blanco, como leve imperceptible vapor, es una nebulosa: millones de soles tan grandes y mayores que el nuestro la forman, escoltados por una legión de planetas y satélites que respiran y beben su aliento. Y esta nebulosa no es más que una provincia del éter. Más allá hay otras, y otras, hasta el infinito.
Se tragó cuchillos en menoscabo de su digestión por muchos años venideros; descoyuntó todos los miembros de su cuerpo y se recostó en el aire, como descansando en el éter. Pero la suerte que coronó la función, y que hasta ahora no he visto repetida, fue la más sorprendente, fantástica y misteriosa.
La bóveda azul no trocó en negro su color azulado: conservó su azul, aunque le hizo más oscuro. El aire era tan diáfano y tan sutil, que se veían millares y millares de estrellas, fulgurando en el éter sin término.
Vagos y finos perfumes embalsamaban el aire, penetraban en los sentidos y ablandaban el corazón, que parecía fundirse en el pecho con una sensación de desvanecerse y de evaporarse en el éter... Era aquello delicioso y hubiera yo querido que Luciana participase de mi encanto, pero seguía nerviosa y despechada.
Pero ¿qué reposo deseaba? ¡Ay! deseaba volar á la cima de la Peña Mayor, llevada por un ángel, y allí, bañándose en el éter azul, sin escuchar una voz maldita que tenía siempre en los oídos, pasar la vida acariciada por Dios y acariciando á sus hijos.
Pero en todo ello pone Luis como un fundamento divino, sin el cual, ni en los astros que pueblan el éter, ni en las flores y frutos que hermosean el campo, ni en los ojos de Pepita, ni en la inocencia y belleza de Periquito, vería nada de amable.
Palabra del Dia
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