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Verdad que bajo la mirada insistente de su colega Valero se apresuró a rectificar haciendo constar que el cocodrilo era todavía cachorro y no tenía más que una carrera de dientes. Siguieron buen trecho la margen sombría del Lora y lo atravesaron por un puente rústico en el sitio donde el conde lo había desangrado, por medio de una acequia, para dar movimiento a su molino.

Aquel juego se perdió. Moro dirigió una mirada a sus compañeros y alzó los hombros con resignación. En cuanto Valero se apartó un poco, apresurose a decir por lo bajo: No quise contrariar a D. Enrique; pero aquel juego no se podía ganar. Vindicada con estas palabras su fama, quedó tan alegre como si les hubiera dado una bola.

Saleta prosiguió imperturbable describiendo el hallazgo, la forma, el peso, cada uno de los adornos; no se le olvidó un pormenor. Y Valero mientras tanto no apartaba de él la mirada, sacudiendo la cabeza con creciente irritación. Todas las noches pasaba lo mismo.

Aquesto á Valero me digera, Tambien Garay del hecho se jactaba, Y en la Asumpcion á me lo contaba. Dejóle allí llorando su ventura, Y para que no pueda ir adelante La cosa asegurar así procura. Arrebata un agudo pujavante, Y jurando cumplió luego la jura. Despálmale la mula en un instante; La mula con dolor está gimiendo, Y Garay con los suyos riendo.

Aunque es verdad Garay se defendiera Y así con sus soldados lo ha tratado; Con todo, yo bien creo no pudiera, Que habia de quedar muerto ó ligado. A cencerros tapados sale fuera, Y con razon se juzga bien librado: A Santa-Fé endereza su camino; Valero á Tucuman en esto vino.

El amigo Montalbán, arqueólogo y cazador de leones, nos hablaba de sus exploraciones en la India; Peñalba, el Tartarín de la cuarta plana, nos decía sus sueños de publicidad, a la americana, mientras tomaba café con media; el poeta Alberto Valero se dedicaba a cantar la romanza de Roberto, el diablo, con unas burguesitas sentimentales de la mesa contigua.

¡Compañero, qué rozario! exclamó Valero en el colmo de la indignación. ¿Le quea a uzté todavía algún novenario en la boca? Con la algazara que se armó despertose Manín, desperezose bárbaramente, abrió una bocaza de media vara, dejando escapar un aullido formidable, que impresionó al auditorio. Luego volvió el ciclópeo torso de medio lado y se dispuso a empalmar el sueño.

Tras él el Presidente al punto envía A Valero, que sale como un viento, Y con las provisiones le requiere, Mas él, obedecerlas nunca quiere. El buen Torres de Vera como entiende Aquesto, determina de partirse Al Rio de la Plata, que pretende Del Virrey y su ira escabullirse. Tras él saliendo Céspedes, le prende, Que no le aprovechò con priesa el irse.

Noticia los mancebos han tenido De aquellas provisiones con que vino Valero

¡Atiza! exclamó Valero. ¡Abra uzté el paragua, D. Zanto! El niño se murió a los dos meses prosiguió imperturbable Saleta. Por cierto que cuando lo llevamos al cementerio se unió a la comitiva un coche que nadie supo a quién pertenecía. Yo lo conocí porque lo había visto en las Caballerizas reales, pero me callé. ¡Ya ezcampa! murmuró Valero. Bien, Saleta, ya nos contará usted de día eso.