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Cuando el Renacimiento se extendió por Europa, y en los albores del siglo XVI invadió con su poderoso aliento las comarcas españolas, ofreciendo el grandioso espectáculo de la transformación del mundo viejo por un mundo nuevo, á que contribuyeron capitales sucesos, adelantos y descubrimientos portentosos, despertóse entonces vivísimo entusiasmo por las investigaciones y estudios de la antigüedad, y los más esclarecidos ingenios afanáronse por hacer surgir del lecho de polvo en que hasta entonces habían permanecido sepultadas en el olvido, las grandiosas formas del arte pagano, lo mismo en el concepto artístico que en el literario, apareciendo entonces aquella bizarrísima falanje de anticuarios, eruditos, humanistas, jurisconsultos y poetas, enamorados de la antigüedad clásica que poblaron las universidades españolas extendiendo por todas las clases el culto de las ciencias, de las letras y de las artes, despertándose nobilísima emulación entre los más ilustres ingenios italianos y españoles.

De pronto, sintió pasos en el cuarto; entreabrió los ojos y creyó reconocer a su hermana, y con voz somnolienta le dijo: ¿Sabéis?... lo amo. Chit... ¡Dormid, dormid! Duermo, duermo. Y se durmió en realidad; mas no tan profundamente como de costumbre, pues a las cuatro de la mañana despertose sobresaltada por un ruido, que la víspera no habría turbado absolutamente su sueño.

Luego que esta desgraciada reconoció el rostro de su amante, halló su frente sin calor, y observó que no respiraba su pecho, se convenció de la muerte, y prorrumpió en desesperadas voces y lamentos: despertose su marido y enterado del suceso, para libertarse de los procedimientos de la justicia y del enojo de los deudos de Marcilla, determinaron llevar su cadáver a la puerta de la casa de su padre, lo que ejecutaron sin ser vistos por la cautela con que lo hicieron, y por que, según digimos en otro lugar, la casa de los Marcillas se hallaba frente a la de los Seguras.

Gabriel no podía vivir solo. Estaba habituado a ver cerca de él unos ojos azules, a oír una voz acariciadora, con inflexiones de pájaro, que le animaba en los momentos difíciles, y no pudo resistir la soledad en tierra extraña después de la muerte de Lucy. Despertóse en él un vehemente amor por la tierra natal.

¡Compañero, qué rozario! exclamó Valero en el colmo de la indignación. ¿Le quea a uzté todavía algún novenario en la boca? Con la algazara que se armó despertose Manín, desperezose bárbaramente, abrió una bocaza de media vara, dejando escapar un aullido formidable, que impresionó al auditorio. Luego volvió el ciclópeo torso de medio lado y se dispuso a empalmar el sueño.

Despertóse en ella la curiosidad, y preguntó con una avidez de campesina: ¿Es rica?... El gesto afirmativo del señor no la sorprendió. Forzosamente había de ser rica. Sólo una mujer que llevase con ella una gran fortuna podía aspirar a unirse con el último de los Febrer, que habían sido los hombres más notables de la isla y tal vez del mundo entero.

El fausto fué creciendo cada dia: el Gran Canal víóse henchido de magníficas góndolas, con incrustados de márfil, con estupendas molduras, con cortinajes y pabellones de damasco. Despertóse un sentimiento muy pronunciado de rivalidad que dió orígen á enemistades, duelos, y crecidísimos dispendios en las familias.

Subió un mago á una máquina alta, y discurrió largo tiempo acerca del vicio y la virtud; y habiendo dividido en varias partes lo que no era menester dividir, probó metódicamente las cosas mas claras, enseñó lo que sabia todo el mundo, se exaltó sin motivo, y salió sudando y sin respiracion. Despertóse entonces la gente, y creyó que habia asistido á una instruccion.

Sintiola perfectamente, despertose, y al saberla junto a , le dijo, con su recia voz de siempre: ¿Has resucitao, gallega perra? ¡Esto te enseñará a no morirte otra vez! Diose vuelta al otro lado, y, mientras ella se acurrucaba a sus espaldas, como un polluelo friolento bajo el ala de la madre, estallaron de nuevo sus ronquidos.

Al aproximarse el centenario cuarto de la invención del Nuevo Mundo, con la idea sin contradicción aceptada, de solemnizar tan grande acontecimiento, despertóse la curiosidad ansiando conocer de una manera cierta, no tan sólo el génesis de la idea y las circunstancias de su realización, sino los pormenores todos; las figuras que intervinieron, sus caracteres, costumbres, recursos y medios, á tiempo que finaba la ruda edad media iniciándose la moderna con los altares de un renacimiento en todas las manifestaciones de las artes.