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Que aquesto ahora tocamos de pasada; Y cierto que en pensar yo la estrañeza De las cosas que he visto, embelezada Me queda la memoria, y mi rudeza En estasis se pone enagenada, De toda la humana naturaleza: Y habiendo de escribirlo todo en suma La mano está temblando con la pluma.

D. TELL. Villanos, si os he quitado Esa mujer, soy quien soy, Y aquí reino en lo que mando, Como el Rey en su Castilla; Que no deben mis pasados A los suyos esta tierra; Que a los moros la ganaron. PELAYO. Ganáronsela a los moros, Y también a los cristianos, Y no debe nada al Rey. D. TELL. Yo soy quien soy... PELAYO. ¡San Macario! ¡qué es aquesto!

Cuan claro aquesto vemos en el cuento Del pobre de D. Diego y de Zurita, Pues solo por poner muger asiento En el iglesia, y que otro se lo quita, Se comenzó tan gran levantamiento, Que al reyno del Perú plata infinita Le cuesta, y aun buen triunfo le costára Se él de Toledo no lo remediára.

Marucare en aquesto muy furioso, Huyendo de su asiento y de su casa, Porque en quemarla nadie esté gozoso, El propio la ha dejado hecha una brasa. Con Taboba el valiente y ardidoso, Sus mugeres y chusma presto pasa De allí, y tan adentro se ha metido, Que no podrá jamas ser ofendido.

Las damas que hicieron este aleve, Haciendose justicia sin justicia, Eran de bajo ser; que bien se debe Aquesto presumir de su malicia. Ninguna de valor á tal se atreve, Aunque es de las mugeres sin justicia, Ingratitud, maldad, lágrimas, lloro, Mentiras, y venganzas su tesoro. Pregunten á Aristoteles qué sentia De la muger?

Y asi arrojada con deseo injusto En cristalino vaso prueba y bebe El veneno mortal, sin ningun susto. Quien mas presume de advertido, pruebe A dexarse adular, verá quan presto Pasa su gloria como el viento leve. Esto escuché: y en escuchando aquesto, Dió un estampido tal la gloria vana, Que dió á mi sueño fin dulce y molesto.

Aquesto de pasada lo he tocado, Ninguno de léerlo aquí se asombre, Que, siendo Dios servido, en otro canto Diré cosas de vista y mas espanto. Dejemos este rio, que corriendo De allá hácia el Brasil viene derecho; Y en él se vienen otros mil metiendo, Que le tienen famoso y grande hecho.

Nosotros en aquesto compasivos, De cosas les henchimos bien las manos, Deseando librar nuestros hermanos. El cobertor quité yo de mi cama, Porque un cacique bien se ha aficionado; Echamos por el pueblo una derrama, Y en breve gran rescate se ha juntado.

Aunque el Virrey la causa publicaba De su salida ser el Chiriguana, Y al principio de aquesto se trataba, En Don Diego de dar tiene mas gana. Y así al punto luego se tornaba, Sabiendo Santa Cruz estaba llana; Que no estando la causa sosegada Allá fuera el Virrey de mano armada.

Con este parecer muy conmovido, Procura el Arzobispo que cesase El Concilio, diciendo que ha perdido Al Virrey, que esperaba le ayudase. Don Martin en aquesto fenecido Habia, que Dios quiso que llegase Su fin, digno de lágrimas y lloro, Porque perdió el Perú grande tesoro.