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Díjole un vecino: "En vuestra casa yo me acuerdo que solía andar una culebra, y ésta debe ser sin dubda. Y lleva razón que, como es larga, tiene lugar de tomar el cebo; y aunque la coja la trampilla encima, como no entre toda dentro, tórnase a salir."

La turbia claridad que bajaba de las nubes alumbraba apenas el libro. Ramiro leía por tercera vez el mismo pasaje de «La vanidad del mundo»: «Si fingiéramos que la tierra estuviese en el cielo estrellado y la tornase Dios clara como una de las estrellas, no se podría de acá abajo divisar por su pequeñez.

Siglos ha ya que me vees, Fortuna, puesto a tus pies; vuélveme a ser venturoso, que será mi ser dichoso si mi fue tornase a es. No quiero otro gusto o gloria, otra palma o vencimiento, otro triunfo, otra vitoria, sino volver al contento que es pesar en mi memoria. Si me vuelves allá, Fortuna, templado está todo el rigor de mi fuego, y más si este bien es luego, sin esperar más será.

Todas estas y otras análogas reflexiones se hicieron al instante sus acongojados padres, que al fin se decidieron a poner en el correo una carta, según la cual accedían «de buena gana» a los deseos de Julieta, con la condición de que ésta tornase pronto al paterno hogar.

Busca amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía tan diligente servidor. No es posible sino que hayas sido mozo de ciego." Y santiguándose de como si yo estuviera endemoniado, tórnase a meter en casa y cierra su puerta. Tratado Tercero Cómo Lázaro se asentó con un escudero, y de lo que le acaeció con él

-Yo me daré a entender -respondió don Lorenzo-; y por ahora esté vuesa merced atento a los versos glosados y a la glosa, que dicen desta manera: ¡Si mi fue tornase a es, sin esperar más será, o viniese el tiempo ya de lo que será después...! Glosa Al fin, como todo pasa, se pasó el bien que me dio Fortuna, un tiempo no escasa, y nunca me le volvió, ni abundante, ni por tasa.

Consolóle el cura, y díjole que, en hallando a su señor, él le haría revalidar la manda y que tornase a hacer la libranza en papel, como era uso y costumbre, porque las que se hacían en libros de memoria jamás se acetaban ni cumplían.

La conversación fue larga, mostrándose Cristeta tan firme en su propósito, que los vicios bajaron la cabeza. Doña Frasquita tembló ante la idea de que, si su sobrina volvía al teatro, tornase su marido a las pasadas liviandades: don Quintín, barruntando que en aquello andaba Juan, calló seguro de que Cristeta le hablaría luego reservadamente. No se había equivocado.

Por supuesto, la generosidad de don Juan halló eco en el corazón de Mónica, la cual prometió a su amo volver a servirle cuando tornase a la corte. La casa de don Juan está alhajada con cuantos primores pueden allegar el buen gusto y el dinero.

Hacía tiempo que don Quintín estaba cariñosísimo y muy servicial con Cristeta, impulsándole a ello, primero, el afán de influir en su ánimo para que tornase al teatro, de lo cual a él no podía menos de seguírsele provecho; y segundo, el haber adivinado que a la chica le bullía en el pensamiento alguna maquinación contra don Juan, empresa en que estaba dispuesto a favorecerla. «Si no tiene a ese maldito entre ceja y ceja pensaba , ¿a qué viene el encargarme cada tres días que averigüe si ha vueltoEllo fue que, por aquellos mismos días en que sobrevino la traslación del estanco, supo que don Juan estaba de regreso y acto continuo se lo comunicó a Cristeta.