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En los duros momentos del mediodía, cuando el sol caía a plomo, abrasándome el cráneo protegido por el helmuth, solía acercarme a ella. «¿Qué tal vamos, amiguitaMuy bien, señor. ¿No está cansada, no quiere un quitasol? No, señor; gracias. La mulita tiene buen paso. ¡Y yo veía a la pobre criatura sacudirse sobre la silla a impulso del endemoniado trote mular!

Busca amo y vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía tan diligente servidor. No es posible sino que hayas sido mozo de ciego." Y santiguándose de , como si yo estuviera endemoniado, se torna a meter en casa y cierra su puerta. DE CÓMO LÁZARO SE ASENTÓ CON UN ESCUDERO Y DE LO QUE LE ACAESCIÓ CON

Esto me parece plenamente probado. Pero se me ocurren dos observaciones. Primera: lo que él dice, a su modo, ¿tiene alguna importancia; merece tomarse la pena de estudiar su idioma endemoniado, para averiguar lo que dice? Segunda: caso que lo que dice es de importancia, ¿qué necesidad hay de inventar un idioma ininteligible para expresarlo?

Bueno, Piscis, muchas gracias... Adiós... No dejes de venir mañana, ¿eh?... Puede que salga a caballo. Decía esto con gran dulzura y amabilidad, para desagraviarle. Piscis mascullaba unas «buenas tardes» sin volverse hacia los circunstantes, y salía con los ojos torcidos, más feo y endemoniado que nunca. Al día siguiente lo mismo.

Con tantos alardes de perfección moral y aquella monomanía de prácticas religiosas, no se podían sufrir sus rasgos de genio endemoniado, su fiscalización inquisitorial ni menos sus ásperas censuras de las acciones ajenas. Pasaban meses sin que ella y su marido cambiasen una sola palabra.

Y šaliendo ellos, heaqui le truxeron un hombre mudo endemoniado: Y echado fuera el demonio, el mudo habló. Y las compañas še maravillaron diziendo, Nunca h

19 No contenderá, ni voceará; ni nadie oirá en las calles su voz. 20 La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio. 21 Y en su Nombre esperarán los gentiles. 22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo, y le sanó; de tal manera, que el ciego y mudo hablaba y veía.

Empezóse a ofrecer a Satanás; dejó caer las alforjas; llegóse a él el estudiante, y dijo: ¡Arriedro vayas, cata la cruz! Otro abrió un breviario; hiciéronle creer que estaba endemoniado, hasta que él mismo dijo lo que era, y pidió que le dejasen enjaguar la boca con un poco de vino, que él traía bota.

Cuando regresaron, ella desalentada y pesarosa, él tieso y humeante, D.ª Laura recibió a su digno esposo con endemoniado gesto, y le dijo: «Quita allá; vicioso... Ya tenemos la chimenea encendida. ¡Contenta me tienes! , con mirarte al espejo y chupar el maldito coracero, crees que no hace falta nada más. Mejor trabajaras...». Capítulo VIII Don José y su familia

De los cinco vascos, cuatro éramos relativamente buenas personas; pero el teniente Ugarte, no. Este era endemoniado, malo, atrabiliario. El capitán Zaldumbide le conocía, y como mandaba en dueño absoluto y allí no se guardaban más jerarquías que la suya, nos dijo varias veces en vascuence delante del piloto: Este es un perro.