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Bien sabía D. César que Sócrates no había escrito obra ninguna, pero se valía de este ardid retórico para expresar la influencia que los altos pensamientos del filósofo habían ejercido, justificando de paso los objetos que tenía en las manos. Traspuso D. Félix la puerta y no viendo á nadie subió la escalera sin llamar, como quien tiene derecho á ello.

Tal fué el caso de Sócrates, Colón, Galileo, Giordano Bruno, y tal también el de nuestro héroe. La primera mordedura de la envidia le causó el dolor agudo que debieron sentir estos grandes bienhechores del género humano. Su espíritu vaciló. Fué un instante nada más, un desmayo pasajero que sirvió para acreditar mejor el temple admirable de su alma. Sin embargo, aquella noche no pudo cenar.

Y se dijo: «Esto de la sabiduría es un complemento necesario. Seré sabio. Hipócrates era el maestro de Platón, maestro al cual nunca llamó Sócrates Trabuco, ni le hacía falta. Desde entonces leyó periódicos y novelas de Pigault Lebrun y Paul de Kock, únicos libros que podía mirar sin dormirse acto continuo.

El entendimiento conoce que el oro es metal, aquí una verdad formal ó subjetiva. Don de los dioses llamó Sócrates á la lógica, mas por desgracia, no nos aprovechamos lo bastante de este don precioso, y las cavilaciones de los hombres le hacen inútil para muchos.

Esta sustancia que ves aquí, blanca y en cristalitos, es la estricnina... Muerte segura y tetánica, y que produce muchas angustias, por lo cual no te la recomiendo. La atropina es esta, y esta la cicutina. ¿Ves?, polvos blancos. La citutina tiene una ventaja, y es que con ella se liberó el señor de Sócrates, lo que la hace venerable.

Antiguamente llamaron Sofistas á los Sabios: y viendo SÓCRATES que en su tiempo habia muchos que no tenian mas que una sabiduría aparente, y que procuraban engañar á los ignorantes con argumentillos caprichosos y con sofisterías, empezó á dar á los falsos sabios el nombre de Sofistas.

No pocos de éstos desean para sus hijos nombres sonoros, gloriosos e inmortales, y así van algunos por el mundo cubiertos de ridículo con esta etiqueta bautismal y civil: Epaminondas Pérez, Aristóteles Rodríguez, Sócrates González. También se convierten en nombres algunos apellidos célebres. Ejemplos: Wáshington Martínez, Franklin Gutiérrez.

Entendía Juan Pablo que esto de ir corriéndola de mundo en mundo después que uno se muere es muy aceptable; pero lo del periespíritu no lo tragaba, ni la guasa de que vengan Sócrates y Cervantes a ponerse de cháchara con nosotros cuando nos place. Vamos; esto es para bobos.

Era de baja estatura y prominente abdomen, la cara ancha, la nariz algo aplastada, y una barba en collar, de un blanco sucio y amarillento, todo lo cual le daba lejana semejanza con la cabeza de Sócrates. Al estar de pie, su vientre abultado y flácido parecía moverse con las palabras dentro del amplio chaleco; al sentarse, subíasele esta parte de su organismo sobre el flaco pecho.

Esos hombres se precipitan en el porvenir, en vapor a toda máquina, a caza de lo que ellos llaman una posición, y a esto sacrifican todo lo demás: ¡tristes existencias atormentadas, para las que el día de la vida no tiene aurora! Rafael, eso es filosofar dijo el duque sonriéndose . ¿Sabes que si Sócrates hubiera vivido en nuestros tiempos, serías su discípulo más bien que mi ayudante?