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Señalaba a un emblema pintado en el techo de la botica, en el cual estaban, decorativamente combinados, la serpiente de Esculapio, el reloj de arena del Tiempo, un alambique, una retorta, el busto de Hipócrates y una calavera.

Estos señores buscan á Jenny Hawkins para una herencia. Campistrón adoptó la actitud de Hipócrates rehusando los presentes de Artajerjes. Cerró los ojos, volvió la cabeza y extendió los brazos, como si la herencia fuese para él, y respondió en el registro grave: ¡Esperaba no oir hablar más de aquella ingrata! ¿Ven ustedes, señores? ¿Qué es lo que yo les decía?

La aplicacion que Mr. Bretonneau acaba de hacer del agua de cal en las diarreas antiguas con ulceraciones, solo es la renovacion de un procedimiento de Hipócrates, ó tomado de Hahnemann. § II. Efectos fisiológicos.

El más obscuro bachiller del día sabe más gramática que Homero; el más humilde catedrático de Instituto sabe más Historia que Herodoto; y de las cosas naturales, de sus afinidades, composiciones, descomposición y cambios, sabe más que Hipócrates cualquier adocenado farmacéutico de aldea. Yo no niego esto.

En La octava maravilla se nos presenta un Rey de Bengala, dedicado al estudio de Hipócrates y Galeno, que excitado por las pomposas descripciones, que le hace un arquitecto español de la geografía de España y de la genealogía de sus familias más distinguidas, se resuelve á visitar á la Península, y después de naufragar en las islas Canarias llega á Sevilla, en donde finge ser un criado y se enamora de una beldad sevillana, convirtiéndose al cristianismo y regresando después á su reino para propagar en él su religión.

Tratado ya con bastante estension este asunto, nos creemos dispensados en esponerle didácticamente en esta ocasion. No es indiferente consignar que esta ley se halla espresada por Hipócrates y otros médicos de la antigüedad. Los mismos preceptos clínicos la manifiestan de diversas maneras.

Era un excelente servidor que había sustituído al criado modelo que la señorita Guichard había quitado á Fortunato veinte años antes. Ningún ofrecimiento había hecho mella en Federico; por eso, en sus días de buen humor, Roussel le llamaba Hipócrates.

Es, pues, evidente, que apreciada y conocida la accion del medicamento en toda su estension, ofrece una esfera de actividad mucho mayor, grupos diferentes de síntomas, que exigen, por consiguiente, una posologia mucho mas estensa, y que abrace todas las dósis, puesto que debe responder á todos los efectos del medicamento, efectos, que son nerviosos, sanguíneos, ó que consisten en lesiones orgánicas; en lugar, pues, de esta terapéutica grande, natural y eminentemente eficaz y útil, la escuela italiana se limita á perturbar y á producir una sedacion que es la opresion de la vitalidad, en lugar de calmar la actividad y dirigirla en armonía con el antiguo precepto: Quo natura vergit ducendum; para la escuela italiana la naturaleza no es la naturaleza medicatriz de Hipócrates : Natura morborum medicatrix.

Este Hipócrates se dedica, además, al arte de servir á los jóvenes en sus relaciones amorosas, oponiendo perpetuo obstáculo á sus trabajos la estupidez y locuacidad de su mujer, y obligándole á forjar nuevas mentiras y ardides para llevar á cabo los enredos comenzados. El embrollo, á que dan lugar, es, sin duda, entretenido; pero esta farsa carece de mérito superior.

Cierto que Homero, Herodoto e Hipócrates eran menos instruidos que Víctor Hugo, Taine, Renán y Claudio Bernard, pero, a mi ver, valían muchísimo más que ellos.