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Diario que el Capitan D. Juan Antonio Hernandez ha hecho, de la expedicion contra los indios Teguelches, en el gobierno del Señor D. Juan José de Vertiz, Gobernador y Capitan General de estas Provincias del Rio de la Plata, en 1.º de Octubre de 1770. Se componia la armada de 166 hombres, incluyendo sargentos y cabos. Comandante, D. Manuel de Pinazo. Sargento Mayor, D. Pascual Martinez. Capitanes.

Tal es su apodo significativo. Su verdadero nombre es doña Marcela Gutiérrez de los Olivares, por ser viuda del teniente de la clase de sargentos, del mismo apellido, muerto en Cuba un año ha, a manos de los insurrectos. Llora ella aún a su difunto marido, con cuya tía, doña Pepa, vive en este lugar en ejemplar recogimiento, y desdeña y rechaza al enjambre de galanes que la pretende.

Los sargentos dictaban cifras, comunicadas en voz baja por otro artillero que tenía en una oreja el auricular del teléfono. Los sirvientes obedecían silenciosos en torno del cañón. Tocaban una ruedecita, y el monstruo elevaba su morro gris, lo movía á un lado ó á otro, con la expresión inteligente y la agilidad de una trompa de elefante.

A los ejecutores de las prisiones y castigos llaman sargentos, y éstos nunca dejan de la mano la alabarda, y el azote lo traen ceñido al cuerpo para estar prontos al instante que se lo mandan.

Con toda esta solicitud de Joan Andrea y la furia que había de nuevas de armada estábamos tan de reposo como si tuviéramos certinidad que estuviese en el atarazonal de Constantinopla, sin considerar la falta que hacía al reino de Nápoles la gente que allí teníamos suya y haber dejado á Sicilia empeñada y sin un hombre de guerra, habiendo traído parte de los pocos soldados que tenían los castillos y dejando á muchos dellos sin pólvora ni municiones, y estando allí los más de los Capitanes darmas de las tierras de marina y los Sargentos mayores de las milicias del reino de Sicilia.

Después del tenor Mario, versó la plática sobre los fusilamientos de algunos sargentos que se habían sublevado.

Pero, fenómeno hermoso; aquel ser monstruoso al llegar á la orilla del agua, se fragmentó en grupos ó individuos distintos; vestidos rojos y azules se arrojaban en montones como vulgares ropas, y de todos esos uniformes de sargentos, cabos y simples soldados, veía salir hombres que se arrojaban al agua lanzando gritos de alegría.

Comandaba dicha expedicion el Maestre de Campo D. Manuel de Pinazo, y la escoltaba el capitan D. Juan de Serdens, con un destacamento, que se componia de un teniente, un alferez, tres sargentos, tres cabos, un tambor y 65 dragones.

¡No había en la multitud un alma que armonizara con la mía, y envidiaba de corazón a los cabos y sargentos que de nada se asombraban y parecían saberlo todo, no sabiendo nada en realidad, y a los soldados como yo, a quienes no les preocupaba lo que ignoraban, sino lo poco que sabían y tenían el coraje de estar alegres y de reír!

Publicando esta determinación, invió los Sargentos mayores á todos los Capitanes, mandándoles que diesen la gente que tenían para pelear, dándoles á entender que por estar el fuerte tan abierto por todas partes y haber poca gente para guardarle, por los muchos que se habían ido y iban á los enemigos, y por la falta de agua, quería salir á la campaña con los que quedaban.