United States or Sint Maarten ? Vote for the TOP Country of the Week !


Si no le pasó nunca por las mientes obligar a rezar el rosario a un chico que iba a la Universidad y entraba en la cátedra de Salmerón, en cambio no le dispensó del cumplimiento de los deberes religiosos más elementales.

Eres peor que los chiquillos. Mira, hijita, cordera; cuando venga La Correspondencia, me la leerás. Tengo ganas de saber cómo se desenvuelve Salmerón. Luego me leerás La

El discurso de Salmerón fue admirable... pero de lo más admirable... Aún me parece que estoy viendo aquella cara de hijo del desierto, y aquel movimiento horizontal de los ojos y la gallardía de los gestos.

Aquel faro de la humanidad prosiguió Belarmino, refiriéndose al mentado Pascual que aborrecía a los jesuítas, como nos dijo Salmerón en su discurso. ¡Mueran los jesuítas! gritó Belarmino, fuera de , puesto en pie . ¡Viva Pascual! ¡Viva Salmerón! clamó, señalando una litografía, color sepia, que colgaba de la pared y representaba al aclamado . ¡Viva la república! señaló otra litografía iluminada, que figuraba una señora gorda, con túnica tricolor, una antorcha en la mano y a los pies un león y unas cadenas rotas . ¡Muera la curia romana! ¡Muera el Tribunal de la Rota!

En cambio, la doctrina de los jesuítas Salmerón y Lainez, vencedora en Trento, diviniza al mundo y al hombre, revelando y haciendo resplandecer la justicia de Dios en la fe del hombre y en sus buenas obras, cuyos méritos elevan á la gracia.

«El coronel Iglesias dijo Barbarita, que deseaba terminase el relato . De buena escapó el país... Bien, Jacinto, supongo que almorzará usted con nosotros». Pues ya lo creo dijo el Delfín . Hoy no le suelto; y pronto mamá, que es tarde. Barbarita y Jacinta salieron. «¿Y Salmerón qué hizo?». Yo puse toda mi atención en Castelar, y le vi llevarse la mano a los ojos y decir: ¡qué ignominia!

Desprecio la oratoria. Claro que hablo en público; pero no quiero ser orador, sino locuente, sólo locuente, como mi maestro Salmerón. Bueno; también republicano de celebro; por eso soy filósofo. Ahí está Salmerón. Yo no soy todavía del todo filósofo; pero cada día lo soy más.

Cada día le nace una nueva cabeza y un rabo nuevo a esta idea execrable. Isidora, sin esperanzas de encontrar a su hermano, toma el tren y se va a Santander, donde llama la atención y se hacen acerca de ella novelescos comentarios. Ministerio Salmerón. Septiembre. Cartagena, excursiones de las fragatas. ¡Oh!

Parece una culebra que rodea todo el edificio y que ahora se desenrosca... ¿Ve usted?... la punta se extiende hacia las rampas». «Soldados son dijo en voz baja el general, y en el mismo instante entró Zalamero con medio palmo de lengua fuera, diciendo: «La votación sigue: la ventaja que llevaba al principio Salmerón, la lleva ahora Castelar... nueve votos... Pero aún falta por votar la mitad del Congreso...». Ansiedad en todas las caras... A me tocaba entonces ir allá, para traer el resultado final de la votación... Tras, tras... cojo mi calle del Turco, y entrando en el Congreso, me encontré a un periodista que salía: «La proposición lleva diez votos de ventaja.

Tambien es verdad que algunos doctores que se hallaron presentes en el Concilio al tiempo de formarse el decreto, i señaladamente el jesuita Alonso Salmeron i el franciscano Andrés de Vega , no retardaron el asegurar en libros impresos que el propósito de los padres conciliares habia sido el mismo que va aquí declarado. ¿Pero todo esto de qué sirvió?