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Dentro de ti, dentro de , en los nervios, en la carne, en la sangre de nosotros todos, hay un fermento que nada ni nadie podrá calmar: cuando tengas hambre, te cebarás; una vez que hayas comido, te sentirás saciada. Fuera de esta verdad no hay otra.

Háblame de El decía Leonora frotando su cabeza en el duro pecho del músico alemán, con el dulce abandono de la pasión saciada. ¡Cuánto daría por haberle conocido como !... Todavía le vi en Venecia: eran sus últimos días... estaba moribundo. Y evocaba aquel encuentro, uno de sus recuerdos más firmes y bien delineados.

Debe de ser de extranjis... Coche de concha..., penachos blancos... Ahora viene lo bueno... ¡Qué preciosas van!..., penachos rojos». Y así continuó, despachándose a su gusto con progresivo entusiasmo, hasta el paso de la escolta, cola y remate de la procesión. «¿Nos quedamos para verlo otra vez a la vueltadijo luego, no saciada aún del goce de aquel variado y teatral espectáculo.

Sacó también luego lo que le había sobrado después de haber quedado saciada, y se lo dio.

7 El alma saciada desprecia el panal de miel; mas al alma hambrienta todo lo amargo es dulce. 9 El ungüento y el incienso alegran el corazón; así la dulzura del amigo con el consejo del alma. 10 No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre; ni entres en casa de tu hermano el día de tu aflicción. Mejor es el vecino cerca que el hermano lejano.

No he venido sin armas a declararte la guerra. Traigo conmigo el recuerdo de tres años de pasión satisfecha y nunca saciada. Eres libre de oponer a todo eso tus besos fraternales y tus caricias de colegiala. ¿Quizás crees que has apagado el fuego que yo encendí? ¡Espera que yo sople en él, y verás qué incendio! Usted no le hablará.

5 Como de sebo y de grosura será saciada mi alma; y con labios de alegría te alabará mi boca, 11 Y el rey se alegrará en Dios; serán alabados todos los que juran por él; porque la boca de los que hablan mentira, será cerrada. 1 Al Vencedor: Salmo de David. Escucha, oh Dios, mi voz en mi oración; guarda mi vida del miedo del enemigo.

La sed, una sed horrible que le hacía avanzar las manos fuera del lecho y apartar sus labios del vaso vacío con un gesto de ansiedad no saciada, empezó a decrecer. Había visto en su delirio claros arroyos, ríos silenciosos e inmensos, a los que no podía llegar nunca, sumidas sus piernas en dolorosa inmovilidad.

Sea como fuere, prosigamos la tarea, y que la mocedad de hoy, agitada y turbulenta, tristemente precoz, falta de nobles ideales, prematuramente envejecida y nunca saciada de placeres, sepa cómo eran, qué pensaban y qué sentían los jóvenes de entonces.

El chiquillo gateaba por entre las patas de los perdigueros, que, convertidos en fieras por el primer impulso del hambre no saciada todavía, le miraban de reojo, regañando los dientes y exhalando ronquidos amenazadores: de pronto la criatura, incitada por el tasajo que sobrenadaba en la cubeta de la perra Chula, tendió la mano para cogerlo, y la perra, torciendo la cabeza, lanzó una feroz dentellada, que por fortuna sólo alcanzó la manga del chico, obligándole a refugiarse más que de prisa, asustado y lloriqueando, entre las sayas de la moza, ya ocupada en servir caldo a los racionales.