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Se hicieron los asientos, alcantarillas y terraplenes, levantándose los pretiles de las zanjas, se pusieron los pilares para el riego, desagüe completo de árboles de esta Alameda, todo por dirección de los señores Asistentes, siendo diputado el señor don Gregorio de Fuentes y Veralt, veinticuatro del Ilmo. Cabildo cuya obra costeó de los propios y arbitrios y se acabó el año de 1765

Manos habilísimas tocaban en él una redoma muy aplaudida, «La caída de las hojas», música soñadora y lánguida que delataba un ejecutante melancólico. Me detuve cerca de una reja. Entonces pude columbrar el interior: gracioso jardín, amplios y frescos corredores, pretiles llenos de macetas con rosales, camelias y azaleas, jaulas y jaulitas, una pajarera llena de canarios que cantaban regocijados.

Más allá de los puentes, al través de sus arcos de piedra, veíanse los rebaños de toros, con las patas encogidas, rumiando tranquilamente la hierba que les arrojaban los pastores, ó andando perezosamente por el suelo abrasado, sintiendo la nostalgia de las frescas dehesas, plantándose fieramente cada vez que los chicuelos les silbaban desde los pretiles. La animación del mercado iba en aumento.

Si se torna la mirada á derecha é izquierda, sobre la costa misma de Vevey, se ve donde quiera un enjambre pintoresco de casas de campo y viñedos entrecortados por cercas de palos, y sostenidos en anchos anfiteatros de muchos escalones por pretiles ó muros de construccion sólida y sencilla que impiden los derrumbes del terreno.

Después se fijó en el puente; en su puerta ojival, resto de las antiguas fortificaciones; en los pretiles de piedra amarillenta y roída como si por las noches vinieran a devorarla todas las ratas del río, y en los dos casilicios que guardaban unas imágenes mutiladas y cubiertas de polvo.

Abrasaba la arena del cauce; el aire, encajonado entre los pretiles, no se conmovía con la más leve ráfaga. En este ambiente cálido y pegajoso, el sol, cayendo de plano, pinchaba la piel y abrasaba los labios. El gitano avanzó algunos pasos hacia Batiste, ofreciéndole el extremo de la cuerda como una toma de posesión: Ni lo de usted ni lo mío.

Lanzaron ellos sus caballos por el puente; mas con tan poca fortuna, que tras de una pequeña ventaja obtenida por el empuje de aquella poderosa fuerza, tuvieron que retirarse; pasada la sorpresa, nuestros infantes les acribillaron a bayonetazos, dejando un sinnúmero de jinetes en el suelo y otros precipitados por cima de los pretiles al lecho del arroyo.

Dicho puente, según las inscripciones que muestran sus pretiles, fué dedicado á la Princesa de Asturias, y concurrieron por igual, tanto para los gastos como para los trabajos, los pueblos de Tayabas y Lucban, constituyendo en la actualidad el comedio de dicho puente, la línea jurisdiccional entre aquellos.