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Parecía disuelta esta noche al faltarle la presencia de la señorita Kasper, que era en ella el eje central, el polo de atracción. Algunos de sus individuos estaban diseminados en las mesas del fumadero, siguiendo las partidas de poker. Dos marchaban por la cubierta, y a Fernando le llamó la atención la frecuencia de sus encuentros, como si no le perdiesen de vista.

Servía para que perdiesen toda vergüenza. En unas cuantas horas quedaban demolidos los prejuicios de su vida anterior. Para seguir jugando ofrecían espontáneamente lo que nunca habían querido conceder. Lubimoff acogió con extrañeza esta demanda brusca. Llevaba encima muy poco dinero: él no era jugador. ¿Cuanto necesitaba?... Veinte mil francos.

Para que el sobrante de los frutos y efectos que se recogen y benefician en estos pueblos se expendiesen con aquella estimación más ventajosa a los pueblos, se estableció un Administrador general en la ciudad de Buenos Aires, dándole reglas equitativas y muy útiles para que, puestos los frutos y efectos en una sola mano, no perdiesen la estimación, como sucedería distribuidos en las de muchos; y que por mano de éste se surtiesen los pueblos de lo necesario, pagasen los reales tributos según los padrones, a razón de un peso por cada tributario, y enterase a la iglesia los diezmos que están regulados a 100 pesos cada pueblo.

Y no era espejo meramente pasivo, sino que ordenaba las imágenes y representaciones, las iluminaba del modo más artístico, y hacía que unas resaltasen más y otras se perdiesen o desvaneciesen en los últimos términos del cuadro, según convenía a la evidente demostración de la verdad o a la aparición celestial y limpia de la belleza.

La guerra tiene igualmente sus cosas buenas... Pero con el deseo de que no se perdiesen las buenas costumbres, anunció que subiría una vez más por la escalera de servicio para llevarse un cesto de botellas... Doña Luisa, después de la marcha de su hermana, iba sola á las iglesias, hasta que de pronto se vió con una compañera inesperada. Mamá, voy con usted...

Á los cuales meses Inca Yupanqui nombró en la manera que ya habeis oido, y diciendo á estos señores que cadal mes destos tenia treinta dias, y que el año tenia trescientos y sesenta; y porque andando el tiempo no perdiesen la cuenta de estos meses y los tiempos que habia de sembrar y hacer las fiestas, que ya les habia dicho que habia hecho aquellos pachaunanchac, que dice relojes, los cuales habia hecho en estos diez dias que se tardó en no les querer declarar lo que ya habeis oido; los cuales relojes es desta manera: Que todas las mañanas é tardes miraba el sol en todos los meses del año mirando los tiempos del sembrar y cojer, y ansímismo cuando el sol se ponia; y ansímismo miraba la luna cuando era nueva é llena é menguante; los cuales relojes hacia hacer encima de los cerros más altos á la parte do el sol salia y á la parte donde se pone................ .................... ....................

La lucha contínua que los mozárabes consagrados á la vida religiosa tenian que sostener contra los infieles y los hereges, el peligro que sin cesar les amagaba de ser perseguidos y martirizados, hacia que no perdiesen nunca de vista los santos y eternos objetos de su mision y vocacion, y las duras pruebas á que diariamente se les sometia los afirmaban en la fiel observancia de la doctrina y profesion que habian abrazado.

De acuerdo con estos extremos, don Rosendo se esforzó, no obstante, en convencerle de que debía enajenarlos siquiera por que no se perdiesen sus notabilísimas cualidades. Pero cuanto más elocuente se mostraba el negociante, más tierno y encariñado aparecía el impresor.

Se insultaban el picador y el contratista con amistosa tranquilidad, como si entre ellos las mayores injurias perdiesen importancia por la fuerza de la costumbre. lo que eres contestaba Potaje un frescales, más ladrón que José María el Tempraniyo. Anda y que suba en ese penco la pelá de tu agüela, que montaba en la escoba toos los sábaos al dar las doce.

En resumen, nuestro abolengo mental, destacándose paulatinamente de las mescolanzas de cultos, mitologías y teogonías del remoto pasado, vino a quedar del tenor siguiente: Dios había hecho a los hombres para el cielo, pero de modo a que se perdiesen en la tierra, y el diablo, agarrando la ocasión por los cuernos, se los había ganado para el infierno.