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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Para afligirse como yo hubiera sido menester que, con los respectivos amados, perdiesen la Colonna sus canciones y sonetos, Artemisa su famoso y monumental sepulcro, y Venus el cinto donde están en germen sus virtudes y milagros. El espíritu no es extenso, y por consiguiente no tiene lados, pero yo me le represento con lados para comprenderle mejor.

Miguel, como buen Príncipe y valiente soldado viendo sus escuadrones rotos, y caballería, parte retirada, y parte deshecha, y en quien tenia puesta la mayor esperanza de vencer, sacó su caballo la vuelta del enemigo, y luego repentinamente quedó el caballo sin freno, y se arrojo á vuelta de los enemigos, detenido de los que estaban en su guarda hubo de subir en otro caballo, y sin tener por mal agüero el haber perdido el freno su caballo, se metia por lo mas peligroso, y con gran presteza animaba unos y socorria á otros, cuando con amenazas, cuando con ruegos, llamando á sus Capitanes y Maestres de Campo por sus nombres, que volviesen las caras, que resistiesen, que no perdiesen aquel dia con tanta mengua la reputacion del Imperio Romano.

Dudaron el general y el virrey el fiarse del renegado, ni confiar de los cristianos que habían de bogar el remo; fióle Ana Félix, y Ricote, su padre, dijo que salía a dar el rescate de los cristianos, si acaso se perdiesen.

Ni aun esto les permitió, diciendo que quería morir por Cristo, y les exhortó con palabras ardientes á sacrificar á Dios sus vidas, diciéndoles: Si nuestros trabajos y sudores no han sido suficientes para conducir al fin deseado esta empresa, lo supliremos á lo menos con la sangre; que no podían hacer obra más agradable á Dios ni á mismos más provechosa, que perder la vida en testimonio de aquella fe que profesaban; que no perdiesen aquella corona que se les ofrecía y que tantos andaban buscando sin tener la suerte de encontrarla; y que se verían en breve eternamente felices en el cielo, con sólo ofrecer de buena voluntad sus cabezas á las macanas de los Payaguás.

Llevando mal el demonio tanta constancia en el santo Misionero, procuró con todo el esfuerzo posible, desvanecer sus designios, ya haciendo que los indios perdiesen el camino, ya embarazándole los pasos, ya haciéndole rodar del caballo, ya hiriéndole con las ramas de los árboles; y en suma, hasta las espinas y abrojos le maltrataron el cuerpo, y los tábanos, con sus agudísimos aguijones, le mortificaron de suerte que apenas podía tenerse en pie y era necesario que los neófitos le desmontasen y subiesen á caballo.

El Mare nostrum, representado por un número, navegaba entre otros dos números, que eran los de los vapores inmediatos. La distancia entre ellos debía mantenerse en quinientos metros: lo necesario para no abordarse en un momento de descuido y no prolongar la línea de modo que sus vigilantes la perdiesen de vista.

Dióse orden á todas las naves que siguiesen la capitana, sin decirles dónde habían de acudir si acaso se perdiesen unas de otras, como suele acontecer.

Vivía entonces muy fresca la memoria del fervorosísimo P. Martín del Campo, de la provincia del Perú, que después de haber gastado con ellos algunos meses, vista su obstinación, se vió precisado á irse á otra parte á emplear sus fervores. Por tanto les aconsejaba pusiesen la mira en otros países donde no se perdiesen á mismos, y ganasen felizmente á los otros.

Y mandó que luego otro dia, que cada uno de los del Cuzco, como le habia cabido la suerte de las tierras, saliesen á las aderezar y reparar y hacer sus caños y regaderas, todo lo cual fuese reparado y hecho de piedra de cantería, porque fuese el tal edificio de tal manera hecho, que para perpétuamente durase, mandándoles que pusiesen sus linderos y mojones altos, de tal manera hechos, que nunca se perdiesen, debajo de los cuales mojones y de cada uno dellos fuese puesta cierta carga de carbon, diciendo, que si en algun tiempo se cayese el mojon, que por el carbon que allí se hallase conocerian los linderos de las tales tierras.

Muchos señores viejos movían la cabeza con aire protector, reconociendo que Luis hacía falta en otra parte, que era lástima que sus palabras se perdiesen en aquella atmósfera de humo de tabaco, y que a la primera ocasión habría que satisfacer su gusto, para que España entera escuchase desde la tribuna aquella critica tan chispeante y justa.

Palabra del Dia

rigoleto

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