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Miguel, como buen Príncipe y valiente soldado viendo sus escuadrones rotos, y caballería, parte retirada, y parte deshecha, y en quien tenia puesta la mayor esperanza de vencer, sacó su caballo la vuelta del enemigo, y luego repentinamente quedó el caballo sin freno, y se arrojo á vuelta de los enemigos, detenido de los que estaban en su guarda hubo de subir en otro caballo, y sin tener por mal agüero el haber perdido el freno su caballo, se metia por lo mas peligroso, y con gran presteza animaba unos y socorria á otros, cuando con amenazas, cuando con ruegos, llamando á sus Capitanes y Maestres de Campo por sus nombres, que volviesen las caras, que resistiesen, que no perdiesen aquel dia con tanta mengua la reputacion del Imperio Romano.

Tendía el maestro la amplia capa en el suelo, para que sobre ella cayesen las blancas y maravedises con que el público lo socorría; y trazada una gran circunferencia en la tierra con la punta de la espada, y empuñándola arrogante, describía círculos rectos, tajos adelante y atrás, revolvíase como energúmeno, saltaba agilísimo de un lado á otro, acometía ó bien retrocediendo, simulaba parar los golpes de su imaginado contrario, todo tal y tan verdaderamente, como nos lo pintó al vivo el gran Quevedo, en su saladísima crítica de los que elevaban la esgrima á la altura de la ciencia matemática, tan á maravilla ridiculizados en el Buscon Don Pablos ...

Montaner de Galípoli socorria con bastimentos y vituallas; solo los nuestros cuidaban de asegurarse dentro de sus fortificaciones, dando cuidado al enemigo, y rendirle á vivir mas descuidado.

Con un valor, con una caridad sin límites, me toleraba cerca de ella, me vigilaba, me socorría por su continua presencia. Inventaba medios para distraerme, para aturdirme, para interesarme en ocupaciones serias que me absorbieran.

Todo lo cual oido por Inca Yupanqui, rescibió pesar de la tal respuesta, porque pensó que su padre le inviara algun socorro, y que como viesen los comarcanos de los pueblos questán en torno de la ciudad del Cuzco que su padre Viracocha Inca le socorria con algun favor y ayuda, que ansí mismo le acudirian y darian favor los tales comarcanos.

Productos do paiz e estrangeirosPero el honor ennoblece cuanto toca, y él se aplicó a redactar un documento, con pasajes de emoción dramática, ayudado por el barón, que le socorría en sus dudas sobre la sintaxis francesa. Porque el acta era en francés, para mayor solemnidad; el belga no la tenía por aceptable en otro idioma.

Y mientras iba hacia el escritorio donde le aguardaban para las cuentas, pensaba en el vehemente Dupont, en su fervor religioso, que parecía endurecerle las entrañas. Y, realmente, no es malo murmuraba. Malo, no. Fermín recordaba la largueza caprichosa y desordenada con que algunas veces socorría a las gentes en desgracia.

No quería él que se supiera el cercano parentesco de Agapo el atorrante con el rico bolsista don Bernardino, por vergüenza de su propia situación; conservaba hondo rencor contra su hermano, a quien acusaba de haberle abandonado y hasta empujado al vicio para librarse de él, y no le socorría como debiera, ahora que era dueño de cuantiosa fortuna.

A esto dijo el ventero que se engañaba; que, puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escrebir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron; y así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles; y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recebían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido.

Exigía dinero a los ricos, y con gestos de actor que se ve contemplado por inmenso público, socorría de vez en cuando a una pobre vieja, a un jornalero cargado de familia. Estas generosidades eran agrandadas por los comentarios de la muchedumbre rural, que tenía a todas horas el nombre de Plumitas en los labios, pero era ciega y muda cuando preguntaban por él los soldados del orden.