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Podemos aprender cosas que no se nos enseñan; pero nada podriamos aprender si al primitivo desarrollo de nuestro espíritu no hubiese presidido la enseñanza. Hay en nuestro espíritu muchas ideas que no son sensaciones ni pueden haber dimanado de ellas, es verdad; pero tambien lo es que un hombre que careciese de todos los sentidos, nada pensaria por faltarle á su espíritu la causa excitante.

En primer lugar, una causa no será representativa de sus efectos, si ella en misma no es inteligible. Así, aun cuando atribuyéramos á la materia una actividad propia, no deberíamos concederle la fuerza de representacion de sus efectos, por faltarle la condicion indispensable que es la inteligibilidad inmediata.

Ahora comprendía sus ojos severos fijos en él y la expresión dolorosa de aquella carita de muerto, que lloraba y lloraba con el tormento de un hambre del otro mundo, por faltarle el sustento de las misas.... ¡Y él, que despilfarraba sus jornales en bebidas y otros vicios menos confesables, estaba retardando la salvación de estos dos seres infelices al no devolverles un dinero que necesitaban para la salud de su alma!...

Su genio socarrón y maligno se había trocado en adusto y violento. Sin embargo, en los negocios no dió señales de faltarle la cordura. La rueda de la avaricia no se había gastado aún en su organismo. Verdad que la mayor parte de ellos marchaban por mismos. Además tenía consigo a Llera, cuyas dotes de especulador astuto y audaz habían llegado al apogeo.

El divertido Jacobo Polibión, que a la salida había empezado la parodia de una marcha fúnebre, moviendo los dedos sobre una flauta imaginaria, desistió de proseguirla, por no hallar una acogida favorable, tal vez por faltarle la aptitud del verdadero humorista, que sabe divertirse con su propia gracia y humor.

Dios y ayuda nos costó reducirle a que siquiera nos escuchara las razones que teníamos para oponernos a su irreflexivo y peligroso empeño. Neluco, que ya se hallaba presente y bien enterado de todo lo ocurrido durante la noche, tuvo que enfadarse de veras y hasta faltarle un poquillo al respeto.

Pero como usted todavía no es mi padrastro, bien puedo yo faltarle al respeto, y así le digo, que eso es un embuste o una fullería para burlarse de y para demostrar lo que ya no necesita demostración; que es usted más griego y más trapacero que su sobrino.

Así siguieron contemplando el estado del campo y el de las haciendas, gordas «a rajarlas con la uña». ¿Qué año excepcional, eh? Así es, don Melchor, para las siembras y la hacienda. A eso me refiero. Yo también... ¿Por qué me lo dice en ese tono? Vea, don Melchor... yo quería hablar con usted... si me permite... ¿sabe?... porque no querría faltarle... ¿me comprende?...

Vamos a buscar a don Braulio por todas partes dijo ; Dios querrá que demos con él. Doña Beatriz le quiere: es incapaz de faltarle. Yo le convenceré de la inocencia de doña Beatriz. ¿Quién será el autor del infame anónimo? Alguna malvada mujer. ¡Dios mío! ¡Qué horror! No me lo perdonaré nunca si ocurre alguna desgracia.

Y así llevamos siglos sin enterarnos de que en el mundo hay algo más que el amor; y hasta los más bobos empiezan a cansarse de tanto papel impreso y tantas salas iluminadas para hacernos conocer las angustias y conflictos de dos seres que quieren acostarse juntos y no encuentran el medio, o las crisis de alma de una señora que desea faltarle a su marido y no sabe cómo empezar... No; en el mundo, el amor no lo es todo.