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Por lo mismo que la version parecía absurda, fué creida. Credo quia absurdum, decía S. Agustin. Pero Simoun, ¿no estaba anoche en la fiesta? preguntó Sensia. , dijo Momoy, ¡pero ahora me acuerdo! Dejó la casa en el momento en que íbamos á cenar. Se marchó para sacar su regalo de bodas. ¿Pero no era amigo del General? ¿no era socio de don Timoteo?

¿Y no le cogieron? Saltó al río; nadie ha podido verle. Unos dicen que era español, otros que chino, otros, indio... Se cree que con esa lámpara, repuso Chichoy, se iba á encender toda la casa, la pólvora... Momoy volvió á estremecerse, pero habiendo visto que Sensia se había apercibido de su miedo, quiso arreglarlo. ¡Qué lástima! exclamó haciendo un esfuerzo; ¡qué mal ha hecho el ladron!

¡Por eso, anoche...! balbuceó Momoy. ¿Anoche? repitió Sensia entre curiosa y celosa. Momoy no se decidía, pero la cara que le puso Sensia le quitó el miedo. Anoche, mientras cenábamos, hubo un alboroto; la luz se apagó en el comedor del General. Dicen que un desconocido robó lámpara que había regalado Simoun. ¿Un ladron? ¿Uno de la Mano Negra? Isagani se levantó y se puso á pasear.

Momoy, el novio de la Sensia, la mayor de las de Orenda, hermosa y viva joven aunque algo burlona, había dejado la ventana donde solía pasar las noches en coloquio amoroso. Esto contrariaba mucho al loro cuya jaula pendía del alero, loro favorito de la casa por tener la habilidad de saludar por las mañanas á todo el mundo con maravillosas frases de amor.

Pero... pero... balbuceaba Momoy temblando. ¡Nakú! dijo la Sensia mirando á su novio y temblando tambien al recuerdo de que había estado en la fiesta; este señorito... si llegaba á estallar... Y miraba á su novio con ojos iracundos y admiraba su valor. Si llegaba á estallar...

¡Nakú! decía; sacos de pólvora, sacos de pólvora debajo del suelo, en el techo, debajo de la mesa, dentro de los asientos, ¡en todas partes! ¡Fortuna que ninguno de los trabajadores fumaba! Y ¿quién ha puesto esos sacos de pólvora? preguntaba Capitana Loleng, que era valiente y no palidecía como el enamorado Momoy. Momoy había asistido á la boda y se comprende su póstuma emocion.

Momoy había estado cerca del kiosko. Es lo que nadie podía explicarse, contestó Chichoy; ¿quién tenía interés en turbar la fiesta? No podía haber más que uno, decía el célebre abogado señor Pasta que estaba de visita, ó un enemigo de don Timoteo ó un rival de Juanito... Las señoritas de Orenda se volvieron instintivamente hácia Isagani: Isagani se sonrió en silencio.

Hubieran muerto todos... Sensia le miró espantada; las mujeres se persignaron: Capitan Toringoy que tenía miedo á la politica, hizo ademan de alejarse. Momoy acudió á Isagani. Siempre es malo apoderarse de lo que no es suyo, contestó Isagani con enigmática sonrisa; si ese ladron hubiese sabido de qué se trataba y hubiese podido reflexionar, ¡de seguro que no lo habría hecho!