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Alguno de ellos, contagiado tal vez de las doctrinas que públicamente se enseñan en las iglesias y monasterios cristianos de Córdoba, baja la vista al suelo y guarda silencio, dudando del triunfo que el hijo de Moavia cuenta por seguro, y juzgando que este no ha comprendido la moral de los que siguen al Crucificado.

¡Con cuánta ansia aguardaba el hijo de Moavia este momento!

Recordaba que él tambien vivia en un suelo estraño separado de sus mas queridos Coraixis, desterrado del dulce clima de la Siria donde tan alegremente habia trascurrido su primera juventud; deploraba el hado fatal que le hacia enemigos los parientes y deudos á quienes habia sacado de la proscripcion colmándolos en su reino de beneficios, hado sangriento que le habia obligado á quitar la vida á dos de sus sobrinos y á desterrar á Africa á su propio hermano Al-walíd, con cuyo auxilio, si no hubieran sido ingratos y rebeldes, habria podido tal vez invadir la Siria y lavar con la sangre de los aborrecidos Abbassides el polvo de la proscripcion que afrentaba á los hijos de Moavia; pensaba en suma que con la defeccion de los caudillos y tribus árabes no podria arribar en la colosal empresa de fundar en Andalucía un Califato para los Omeyas, á pesar de la lealtad y pujanza de sus asalariados Berberiscos, y aquel mismo Azazil, que fingiendo la voz del ángel Gabriel habia dictado el Koran á Mahoma, tomando ahora el acostumbrado disfraz, murmuró suavemente al oido de Abde-r-rahman El-Dakhel estas palabras: ¿Es posible, descendiente de Merwan, que tan facilmente hayas perdido de vista el objeto con que el omnipotente Allah te salvó por mi mano del sangriento banquete en que fueron traidoramente inmolados tus parientes ? Ya has olvidado sin duda aquel beneficio: yo te le recordaré.

Huyen á mi extasiada vista de repente todas las importunas construcciones, reformas y mutilaciones consumadas por el fervoroso celo de los cristianos triunfadores para convertir en templo del Crucificado la suntuosa aljama; renueva mi enardecida mente las deslumbradoras escenas de la dominacion del Islam en la mas florida region de España, y llegan á mi embelesado oido los mágicos acentos que Azazil dirigió sin duda al hijo de los califas Abde-r-rahman ben Moavia, cuando á los treinta y un años de haber derrotado al rebelde Jusuf el Jehri en la famosa batalla de Musara, robustecido ya su poder con otras insignes victorias, hechos tributarios los cristianos de Castilla , desarmados los sediciosos walís de las provincias, y dilatada la fama de su fortaleza, de su clemencia y de su justicia desde la aterrada Cairvan hasta la amedrentada corte de Carlomagno , resolvió poner un espléndido sello á las obras aceptas al Todopoderoso, que hasta entonces habia llevado á cabo, erigiendo en su deliciosa Córdoba una casa de oracion que le asegurase un puesto en el Paraiso.

Los Cristianos satisfacian religiosamente el tributo que se les habia impuesto para poder permanecer con sus iglesias, obispos y sacerdotes : y si bien habian sufrido despojos y exacciones injustas de parte de los gobernadores nombrados por los Califas de Oriente en los años pasados, la justificacion y buen nombre del hijo de Moavia estaban interesados en que la deseada cesion ó venta se hiciese sin asomo de violencia.

No en vano, hijo de Moavia, mecían las feris tu cuna en los verjeles del Forat aquel año en que otro caudillo islamita de tu mismo nombre era derrotado en tierra de Afranc por un rey de nazarenos.

Ha muerto Abde-r-rahman, hijo de Moavia, hijo de Hixem Ibn Abd-el-Malek.

Señor, haz gracia y merced á Mohammad y á los de Mohammad, apiádate de Mohammad y de los de Mohammad! Señor, este es tu siervo Adde-r-rahman, hijo de tu siervo Moavia: lo criaste y mantuviste y lo revivificarás; sabes lo que hay en él secreto y paladino; venímoste á rogar por él. Señor, á nos acercamos, que eres cumplido de homenage.

Por una rápida sucesion de recuerdos y sensaciones vive mi mente en pocos instantes un período de dos siglos, y desde el reinado del ilustre Omeya proscripto hasta el gobierno del altivo Al-Mansúr, todos los timbres de gloria y grandeza de los hijos de Moavia que tienen relacion con la célebre aljama pasan por ante mis ojos como fantásticos cuadros de un largo delirio de sensualismo que quizá no volverá á reproducirse en el mundo.