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Y había amado un poco a todas las mujeres que de él traían algún inconfundible signo, en el óvalo suave, en la sombra de una mirada serena, en la gracia de una actitud o en la ligera armonía del andar. Recordó la noche en que se explayara acerca de este tema, en una salita del Jockey Club, con Ricardo Muñoz.

Avanzaron hacia la luz, y subiendo a la tarima, uno y otro hicieron una mueca involuntaria. Respirábase allí rara hediondez. Ramiro comprendió. Acababa de reconocer un olor inconfundible, un olor respirado, al llegar de Salamanca, en el cuarto de don Íñigo; y toda duda quedó desvanecida al advertir sobre el suelo las gotas de cera de los hachones. La tapicería representaba un asunto de amor.

Casi todas las tardes, antes del toque de oraciones, se presentaba en la cuadra un viejo escudero. El ruido de sus botas en los peldaños era inconfundible. Sin embargo, el hombre aparecía de sorpresa, abriendo la puerta de un puñetazo.

Su vasta, compleja e inusitada labor esparcida en numerosos volúmenes, de filosofía, de educación, de política y de sociología, escritos con ese sello tan característico, tan suyo, que lo hace inconfundible entre mil. No he conocido antes a Álvarez.

Pero son otra cosa. Si vamos a la mujer de Francia, tan refinada y que en algunos tipos deliciosos llega a ser exteriormente perfecta, ¿hay sin embargo, entre todas las heroínas de sus grandes escritores realistas, alguna que te sugestione por misma, por la expresión de una fisonomía interior inconfundible?

Su padre, hombre de grande influencia en los círculos; su novio, uno de los hombres más ricos; Fernanda, la mujer en boga; Blanca, la criatura más distinguida del salón porteño, ponían aquella noche en conflicto la bolsa de cada uno de los concurrentes. ¡Tiene tal sello inconfundible el regalo oficial en una noche de bodas!

Aragón sólo espera nuestra señal para arrojarse; Sevilla bulle y se revuelve, Valladolid, Madrid y Toledo vendrán a la zaga, apenas nosotros marchemos. Un coro ardoroso de aprobación respondió a la arenga de Bracamonte. Luego, en medio del silencio que sobrevino, una sola voz resonó, adusta, inconfundible. Que no se diga que la vejez, enflaqueciendo mis fuerzas, ha destemplado mi corazón.

Hay algo, sobre todo en el escritor y en el hombre, que lo hacen inconfundible, único: es su valentía moral. Conocer la verdad, es ya, por cierto, un mérito. Decirla sin reticencias ni eufemismos es de suyo admirable. Pero vivirla, uniendo la idea al hecho, la teoría a la práctica, la prédica a la acción es, a no dudarlo, una heroicidad.

Luego, aquella sobrehumana mujer, poniendo la reliquia entre dos platos de roble, se lo llevó consigo a la celda. Al siguiente día, el inconfundible perfume que embalsamaba los claustros, denunció el sublime sacrilegio.