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El documento hallado, descifrado, explicado y comentado por Don Juan Fresco es de época relativamente fresca: como si dijéramos de ayer de mañana. Ya la cultura ibérica indígena había decaído, y España se veía llena de colonias fenicias y aun griegas. Los de Zazinto habían ya fundado a Sagunto, y hacía más de un siglo que habían fundado los tirios a Málaga, Abdera, Hispalis y Gades.

Una arquitectura pesada y de estupenda solidez, multitud de hermosas iglesias que son mediocres monumentos, calles anchas, rectas y sin pavimento, muros pintados de amarillo y rojo, puertas arqueadas, galerías de columnas prodigadas, inmensos salones, altas celosías de hierro en todas las ventanas, muebles colosales y pesados para el menaje interior, bellas arboledas de frutales en todos los patios, y mil pormenores en extremo curiosos, le dan á Mompos el aire de una ciudad hispano-morisca, que tiene el sello de la conquista ibérica.

Heraldo de grandezas de la matrona ibérica, que pulsaste la cítara en la española América, y envuelto entre los pliegues de su argentino manto volcaste toda el ánfora de tu lirismo santo, la flor que aroma, clave que trina, el río en calma, como en el laberinto de sus dudas el alma, te brindará su encanto la paz de los cañales, desatará tu rima bajo espesos mangales, te pondrás en el cuello un collar de sampagas, la flor amada de las vírgenes dalagas... Verás, al fin, un breve Edén en el planeta que no pudo jamás soñar ningún poeta.

Los museos militares de Madrid son triplemente ricos, porque, á virtud de las condiciones históricas de España, muy excepcionales, sus colecciones tienen que representar los elementos de combate de épocas y regiones muy diversas y la huella de las dominaciones romana, gótico-arábiga y austro-francesa, que han pesado sucesivamente sobre la sociedad ibérica.

Es rareza inexplicable que en toda nuestra península ibérica, y probablemente en sus colonias hasta tiempos novísimos, apenas haya habido nunca vacas de leche ni con la leche de vacas se haya hecho manteca. Tal vez, hará cuatro o cinco siglos, la manteca de vacas se hacía en España y se llamaba butiro.

La parte de Europa más avanzada en el Océano, la península Ibérica, era el lugar de partida de todas las intentonas para descubrir la ruta misteriosa de la India por Oriente y por Occidente. El contacto con los árabes españoles había acostumbrado a sus navegantes al uso de la brújula, impulsándolos a apartarse de las costas.

Podía un cataclismo continental hundir la Península ibérica bajo las aguas; y si con esto desaparecía la España nación, no por ello iba a morir la España pueblo, la España verbo, el alma española.

Antes de cumplir los veinte años, fundó y dirigió en Manila "El soldado español", luego "La Unión Ibérica" y más tarde el diario "El Noticiero de Manila". Fundó después la revista "Cultura Filipina", y fué redactor jefe de "El Mercantil". Volviendo a España hace pocos años, se estableció en Barcelona, donde dirige ahora "La Veu de Catalunya".

Bien podía la Asamblea constitutiva de la Unión del Norte de la costa ibérica que así se nombraba en sus documentos oficiales ocupar oronda y satisfecha el palco presidencial: pocas sesiones y breves horas le habían bastado para sentar las bases del gran contrato unionista federativo; actividad gloriosa, sobre todo comparándola con la flema y machaconería de aquellas holgazanas de Cortes Constituyentes, que tardaban meses en redactar un código fundamental y definitivo para la nación.

Harto estoy ya de oir decir que el porvenir del mundo es de la raza anglo-sajona, la cual en América da clara muestra de que entiende de todo, de que vale para todo y de que sabe gobernarse, mientras que la raza española, ibérica, latina ó como nos convenga llamarla, ofrece muy triste espectaculo, y da, por todo el Nuevo Mundo, y claro está también que por el antiguo, lastimoso testimonio de su incapacidad y desgobierno.