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Lo veía más claramente que al resplandor algo mortecino de los reverberos de la Cannebière... Pasaba con indiferencia sobre sus rasgos fisonómicos: en realidad, los había contemplado por primera vez. ¡Pero los ojos!... El conocía perfectamente aquellos ojos: se habían cruzado muchas veces con los suyos. ¿Dónde?... ¿Cuándo?...

Sus deseos se cumplieron. Luisa dió á luz un varón, que recibió el nombre de Julio, y aunque no mostraba en sus rasgos fisonómicos, todavía abocetados, una gran semejanza con su abuela, tenía el cabello y los ojos negros y la tez de un moreno pálido. ¡Bien venido!... Este era un nieto.

Al mismo tiempo, yo había podido reconocer en la cara ensangrentada de mi tío algunos rasgos fisonómicos de la cara de mi madre, y esto aumentó mi aflicción. En aquel momento no me acordé de que había sido un gran criminal, ni menos de las crueldades que usó conmigo durante mi infortunada niñez.

Consistía no tanto en la paridad de los rasgos fisonómicos como en la analogía de las inflexiones de voz y del ademán sobrio y enérgico; consistía principalmente en un idéntico temblor de los párpados y de los labios bajo el golpe de una irritación súbita.

No se podían distinguir los rasgos fisonómicos de aquel pobre Cristo con la cabeza caída sobre el pecho. Tal vez era su hijo. Y si no era Jorge, seguramente que había sufrido también el mismo suplicio. ¡Cómo vivir en esta angustia interminable!... No me han dejado volver á Suiza: me niegan el permiso. Nada , y hay momentos en que mi cabeza parece que va á romperse.

Ocupaba un sillón en el hall de un hotel elegante de París, cerca del Arco de Triunfo. Frente á él estaba un matrimonio joven: Watson y Celinda. El paso de los años no había hecho mas que afirmar los rasgos fisonómicos de Ricardo, dando mayor estabilidad á su hermosura de atleta tranquilo. La antigua Flor de Río Negro tenía ahora una belleza estival de trato sazonado y dulce.

Cuando Julia deshacía las envolturas se deslizó una tarjeta que Oliverio vio caer y de la cual se apoderó rápidamente; después de darle dos o tres vueltas como si tratara de apreciar los detalles fisonómicos, por decir así, de aquella blanca cartulina, leyó en voz alta: El conde Alfredo de Nièvres.

Los estampaba en forma de lista con anotaciones; les asignaba una edad, señalaba los rasgos fisonómicos de cada uno, su carácter, alguna originalidad, una rareza, algo ridículo. Era el personal imaginado para los dramas o las comedias. Escribía muy de prisa, con una caligrafía simétrica, muy clara, y parecía dictarse los escritos a media voz.

Don Pedro, que continuaba sus diarias visitas para consolar á la madre, hablando del pobre Esteban como si hubiese sido hijo suyo y dedicando serviles sonrisas al capitán, se vió atajado por éste una tarde en el rellano de la escalera. El marino envejeció de pronto al hablar, acentuándose sus rasgos fisonómicos con una vigorosa fealdad. Se parecía en aquel momento á su tío el Tritón.

Su situación me inspiraba gran curiosidad. A la luz de la vela, que el monaguillo arrimó al lecho, pude ver el rostro de la enferma. Raquel no era la misma. Todos sus rasgos fisonómicos se habían descompuesto: la nariz, ya grande, era ahora monstruosa; los ojos, más abombados, vidriosos, sin expresión alguna; las mejillas, hundidas.