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Con este golpe se espantó el vecindario, se llevó don Celso las manos a la cabeza, y envejeció de repente quince años la pobre Facia. Del pícaro fugitivo sólo volvió a saberse que anduvo por las repúblicas de América, recién escapado de España, y se le daba por muerto muchos años hacía o arrastrando una cadena.

Don Pedro, que continuaba sus diarias visitas para consolar á la madre, hablando del pobre Esteban como si hubiese sido hijo suyo y dedicando serviles sonrisas al capitán, se vió atajado por éste una tarde en el rellano de la escalera. El marino envejeció de pronto al hablar, acentuándose sus rasgos fisonómicos con una vigorosa fealdad. Se parecía en aquel momento á su tío el Tritón.

Al cabo de los tiempos, alcontróse libre de prisiones y señor de mesmo; pero se vio solo y desamparado, envejecío de cuerpo y falto de salú; le jalaba esta tierra porque, al cabo y finiquito, aquí le quedaban peazos de las sus entrañas; y en busca del amparo de eyus le puso el su corazón que no le mentía.

En vida del señor Zumarán fue una señora de carácter gracioso, amiga de fiestas y relacionada con todo Buenos Aires. La terrible tragedia la cambió por completo: cerró su casa, se retrajo, envejeció tempranamente, y todas las amables cualidades de su espíritu desaparecieron con los restos de una belleza física notable.

Formaron, pues, el firme propósito de seguir amándose, se juraron constancia eterna y decidieron aguardar para la boda á que llegase á capitán el cadete. Por desgracia, entonces se caminaba con pies de plomo en las carreras, no había guerras civiles ni pronunciamientos, y el cadete, firme como una roca y fiel como un perro, envejeció sin pasar de teniente nunca.

Nada de eso; no exagero exclamó Francisca. Quiero casarme y me casaré añadió con un fruncimiento de cejas que envejeció de un modo extraño su cara, de ordinario tan animada. ¿Y , Paulina? pregunté para evitar otra declaración de principios de Francisca. Yo dijo Paulina ligeramente sorprendida por la pregunta, haré lo que quiera mamá. ¡Dios mío! qué paloma... murmuró Francisca con despecho.