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La devoción los había juntado, pero la vida no tardó en recobrar sus fueros, abriéndose paso en sus relaciones casi místicas y uniéndolos en carnal abrazo. Habían vivido fieles uno al otro en el misterio de la vida eclesiástica, amándose con prudencia escrupulosa, sin que el secreto de sus relaciones trascendiese al público, hasta que ella murió, dejándole dos hijos.

La viuda, señora respetable de cincuenta noviembres, tal vez había amado y se había dejado amar por uno de aquellos asiduos tertulios, un D. Críspulo Crespo, relator, funcionario probo y activo e inteligente, de muy mal genio; , se habían amado, aunque sin ofensa mayor de Cascos; y en opinión de los amigos, seguían amándose; pero todos respetaban aquella pasión recóndita e inveterada; rara vez se aludía a ella, y se la tenía por único recuerdo vivo de tiempos mejores; y el respeto a tal documento póstumo del muerto romanticismo se mostraba tan sólo en dejar invariablemente un puesto privilegiado, dentro del mostrador, para D. Críspulo.

Los amos y los criados, los ricos y los pobres unidos todos en Dios, amándose con fraternidad cristiana, conservando cada cual su jerarquía y la parte de bienestar que el Señor hubiera querido concederles. Los viñadores caminaban apresuradamente. Algunos corrían para adelantarse a sus compañeros, llegando cuanto antes a la ciudad. Desde la noche anterior que les esperaban en Jerez.

Et la buena gent con grant esfuerzo digeron que ellos si querían aventurar a la merced et ayuda de Dios. Et de si dejolos el Rei con grant horrencia, et encomendolos a Dios, et a la buena gent que aquí fincaron, amándose como a buenos hermanos et teniéndose buena voluntat los unos a los otros.

Muy pocos creían en la pureza de sus intenciones: el joven tenía que haber sido amante feliz de la dama italiana, pues si no ¿qué interés podía haberlo impulsado a formular la acusación? ¿Era creíble que, amándose y con la libertad de que ambos gozaban, se hubieran contentado con suspirarse mutuamente? ¿Cómo se podía creer que el joven se conformara con un afecto fraternal? ¿Y qué habría podido obligar a la Condesa a resistirle?

El abuelo cerraría sus ojos mirando al sol, con la tranquilidad del que cumple su deber volviendo a la tierra de donde surgió; ellos los cerrarían también, cuando les llegase su hora, amándose hasta el último momento, y sobre sus sepulturas continuarían la obra de trabajo y libertad sus hijos y sus nietos, más felices que ellos, desconocedores de las crueldades del mundo antiguo, pensando en los ricos ociosos y en los señores crueles, como piensan los niños en los monstruos y los ogros de los cuentos.

Formaron, pues, el firme propósito de seguir amándose, se juraron constancia eterna y decidieron aguardar para la boda á que llegase á capitán el cadete. Por desgracia, entonces se caminaba con pies de plomo en las carreras, no había guerras civiles ni pronunciamientos, y el cadete, firme como una roca y fiel como un perro, envejeció sin pasar de teniente nunca.