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No es el arte, no es la arquitectura, no es la forma, no es la magnitud lo que nos llama en ese monumento emblemático; es la religion, el misterio, el espíritu. Aquello es un arco; esto es una plegaria. Aquello es un trofeo; esto es un enigma. Allí admiro el orgullo de un hombre. Aquí venero el arcano de una esperanza.

La luna caia sobre los borbotones de agua y de espuma, y daba á la nube de agua que las fuentes arrojan, la diafanidad y el brillo del nácar, de la concha ó del cristal, mientas que en medio de las dos fuentes, emblemático y silencioso, se levantaba el monumento de otras edades, la creacion de otra raza, el peregrino de otras religiones, un viajero de otros climas, de climas remotos y poéticos; el obelisco de Loupsor, cerca del Cairo.

Esta escultura representaba un hombre barbado y vestido de larga túnica con un libro abierto en una mano y un compás en la otra. Era el conocido personaje emblemático que simboliza la Arquitectura; pero nuestro hidalgo quiso que representase á Sócrates y le puso este nombre encima y debajo el siguiente dístico: Aunque la ingrata patria tus afanes no premie Al compás de tus obras siempre atiende.

Rápida ojeada bastó a Isidora para observar a Melchor, que definitivamente se había dejado toda la barba y tenía un aspecto muy vistoso, aunque nunca simpático; para observar también al hombre de los números, que la miró con cierto azoramiento de bestia taurina al hallarse en medio del redondel. Vio también la desamparada sala con su estante, formando como nichos de cementerio, donde yacían ordenados papeles. Un plano de Madrid acompañaba al de la Península. Hacían ambos el papel emblemático de los planos de minas o ferrocarriles en las oficinas de explotación. Prospectos de cuatro tintas en que se pintaban figuras altamente conmovedoras, con Hermanas de la Caridad conduciendo mendigos al Asilo; el frontón mismo del Asilo ideal con columnas griegas y un sol con la insignia triangular de Jehová, difundían por toda la sala la idea de que allí se trabajaba para aliviar la suerte de los menesterosos. Las palabras Rifas, Grandes rifas, Tres sorteos mensuales, seis millones, impresas en colores, revoloteaban por las paredes cual bandadas de pájaros tropicales; y como el papel en que aquellas campeaban era de ramos verdes, la fantasía loca de Isidora no había de esforzarse mucho para hacer de aquel recinto una especie de selva americana alumbrada por la luna. Después vio el resto de la casa, que era de construcción reciente, mas con tan sórdido aprovechamiento del terreno, que más parecía madriguera que humana vivienda. Don José destinó a Isidora su propio cuarto, por no haber otro mejor en la casa, y al punto se ocupó en desalojarle.

Y cuando un soplo de brisa arrastra alguna hoja muerta, la viuda ideal la sigue intensamente, quizá comprendiendo que la aproximación del otoño tiene para ciertas almas un melancólico valor emblemático. Mas luego, entre otros que ocultan el secreto de su fracaso, arriba la carátula ridícula y triste de un viejo farandulero.