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Aunque yo disto infinito de ser profundo, venero la profundidad, si bien me guardo de confundir lo profundo con lo difuso. Y cierto que hoy se peca gravemente en esto, donde los libros valen. Hay, verbigratia, una Historia de Inglaterra, que se toma por modelo. No empieza la narración sino doscientos años ha.

Guardo el pequeño crucifijo que tuvo en sus manos últimamente y recibió sus postreros besos; yo venero y beso de continuo esta santa reliquia, que llevaré conmigo hasta la huesa.

que me lanzo; ¡ya lo creo!, de cabeza se decía a misma; muy satisfecha, contentísima por haber descubierto aquel venero de placeres que tanto iban a contrariar los planes del tío, que consistían, por lo visto, en ir robándola todo lo que ella y sólo ella tenía.

Ese cuadro que miro y que venero, ese cuadro imponente y terrible, esa elocuencia fervorosa, esa poesía adorable, esa pintura inmóvil y solemne, esa íntima voz del alma que hace latir mi pecho, es un entierro, una limosna, una caridad, unas exequias. El pintor llora sobre aquel rostro mústio, sobre aquella carne amoratada, sobre aquel corazon helado.

Escribo sin buscar otra ventura, sin anhelar más precio á mis canciones que desahogar un poco mi amargura. No busques pues, lector, en al poeta ni al hablista galano, ni al pensador severo: Dios me negó favor tan soberano y yo que fiel su voluntad venero, á mi modesta inspiracion me allano. Dotes tan altas, ni fingirlas puede el mortal á quien

Entre las mil desventuras que afligen hoy a la madre España, no es la menor el prurito de remediarlas que se ha apoderado de multitud de personas. Brotan de este prurito, como de abundante venero, arengas políticas y sociales, artículos de fondo, novelas y dramas y no pocos libros científicos, o casi científicos, que bien pudiéramos calificar de terapéutica política o de psicoiatría endémica.

Hombre, no me río del moribundo... me río de la gracia. Profundísima lección debía llamarla usted. Se muere de hambre, es un hecho; le dan una hostia consagrada, que yo respeto, que yo venero, pero no le dan un panecillo. Así habló un maestro de escuela perseguido por su liberalismo... y por el hambre.

, venero á Napoleon bajo este arco, bajo este mausoleo de su ceniza histórica, como no puede menos de venerarse la memoria de los Faraones tiranos en presencia de las pirámides egipcias.

Gran cosa es la virtud, Fernandito: yo la admiro y la venero cuando sonríe y no se coloca en frente de la vida. Pero mi tierra, triste y con el alma muerta, es tan virtuosa, ¡tan virtuosa! que, créeme, ¡hijo mío!... tanta virtud me da asco.

No miento, Catalina, no miento; yo te amo, yo te adoro, yo te venero... ¡Dios lo sabe! Y Quevedo no mentía. Amaba con toda su alma á la condesa. Pero amaba más á su ambición. Su ambición estaba personificada en el duque de Osuna, y Quevedo servía al duque en cuerpo y alma.