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Su madre, muy emperifollada, de capota rosa y abrigo de terciopelo, acababa de salir con Angelita, después de decir aquello sobre la música, que hizo sonreir a Susana... Sonaron dos golpecitos en la puerta del vestíbulo... La niña, ocupada, en el estudio de una cadencia, no oyó... La puerta se abrió y entró Agapo. ¡Chist! hizo, no te asustes, Nanita, que soy yo.

Es claro, ¡le beso tanto! ¡Y él, que estaba tan tranquilo! ¡Ya reposa!... ¡Chist!... ¡Silencio! no se despierte mi niño. ¡Bah! voy á dejarle solo para que duerma... ¡Angel mio! ¿Se queja?... ... ; es que sueña. ¡Ay qué gesto tan bonito! Mas ¿qué es eso? ¿Se despierta? ; pero ¡qué es ese ruido?

Yo le debo lo poco que ; y le debo más, la vida. Chist.... replicó el cura; Vd. es bueno y exagera los oficios de mi amistad. Pero Vd. está fatigado, capitán, y preciso será tomar un refrigerio, sea que quiera Vd. dormir, o bien acompañarnos en la cena de Navidad.

Soy, pues, mi querido cura, un manjar sabroso, delicado y suculento que será codiciado, solicitado y tragado en un abrir y cerrar de ojos, si es que lo permito. Pero tranquilizaos, no lo permitiré; no lo permitiré a menos que... Pero ¡chist! «Por último, señor cura, os diré sin explicaros el por qué, que aguardo el lunes con impaciencia.

Ganas me dan de besarle... Si estuviera bien dormido... ¿Despertará?... Por un beso... ¡Qué placer! ¡Dulce amor mio! ¡Ay! ¡se mueve!... ¡Chist!... ¡Silencio! no se despierte mi niño. Ya se sosegó, ya vuelve á sus labios bendecidos la sonrisa; ya respira como hace poco, tranquilo. ¡Ay! no respiraba así cuando estuvo tan malito. ¡Qué pálido estaba entónces!

Aún ha de asomar tres o cuatro veces las narices. Qué, si no puede. Que puede. Verás si todavía echa unas salivillas, como dice el asistente de un primo mío artillero. ¡Chist! Oye, oye cómo aún ronca. Una, dos, tres.... Ahora escupe. Cuatro, cinco, seis... vaya, ya no vuelve; está el pobre muy cansado. Ahora no: ya dio las boqueadas.

¿Ella? repuso Lola . ¡Ah!, todas las noches, al recibir el ramo, le contesta lo mismo, invariablemente: Jrasiás, señor duque, trop amable. Redoblaron las carcajadas. Hasta la condesa se sonreía, con el abanico abierto delante por decoro. ¡Chist! pronunció Luisa Natal . ¡Ahí viene! ¡La sueca! exclamó Pilar. Todas volvieron el rostro, en extremo conmovidas.

¡Mentira, calumnia! exclamó el intendente. ¡Chist! murmuró el aya , acordaos de vuestra promesa. Yo también creo que se trata de traicionaros a fin de que vos solo carguéis con la pena de un delito que la ley castiga con cinco años de presidio. Quiero salvaros por gratitud, por abnegación. ¿Quién puede haberos revelado cosas semejantes? ¿No lo adivináis?

El capellán cobró ánimos, pues la oscuridad alienta mucho a decir cosas difíciles. Señor marqués, yo siento tener que advertirle.... Volvióse el marqués bruscamente. Ya ..., ¡chist!, no necesitamos gastar saliva.

¡Cómo! exclamó la joven al ver a Leoville. ¿Estaba usted ahí? No lo sabía yo. E hizo ademán de retirarse acto seguido. ¡No se vaya usted! dijo Amaury con viveza. Déjeme siquiera que la felicite; esta noche está usted encantadora. ¡Chist! repuso Antonia en voz muy baja. No diga usted esas cosas.