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El Capitán metió ambos brazos en el tronco y extrajo un gran puñado de harina, que salió mezclada con blancas y finísimas hebras, al parecer muy resistentes y tenaces. ¿Se comen también esas hebras? preguntó Cornelio. No respondió el Capitán ; echarían a perder el pan, porque son leñosas. ¿Hay que separarlas? , y para ello construiremos un cedazo con hebras de coco, para perder menos tiempo.

-Pues, ¿éste es el cuento, señor barbero -dijo don Quijote-, que, por venir aquí como de molde, no podía dejar de contarle? ¡Ah, señor rapista, señor rapista, y cuán ciego es aquel que no vee por tela de cedazo!

Alegróse mi amo viendo que la cosecha iba de guilla, y mostróse aquel día chacorrero en demasía. Lo primero en que comenzaba la fiesta era en los saltos que yo daba por un aro de cedazo, que parecía de cuba; conjurábame por las ordinarias preguntas, y cuando él bajaba una varilla de membrillo que en la mano tenía, era señal del salto; y cuando la tenía alta, de que me estuviese quedo.

Sin embargo, pensaba que debía de parecerse más a la fabricación de la cerveza a causa del sistema de destilación, pues no le cabía duda de que las sensaciones para trasformarse en ideas debían de pasar por un finísimo alambique. Mas a pesar de cuantos esfuerzos llevó a cabo para descubrir con el microscopio este cedazo, no lo había logrado hasta entonces.

Aquellas precauciones resultaron inútiles, porque la noche pasó con tranquilidad y en silencio. Ni hombres ni fieras asomaron por aquellos sitios. Al amanecer, todos se entregaron al trabajo para preparar la provisión de pan. Van-Horn construyó una especie de cedazo con hebras de cáscara de coco, y se puso a cerner la harina.

Nicolás era desgarbado, vulgarote, la cara encendida y agujereada como un cedazo a causa de la viruela, y tan peludo, que le salían mechones por la nariz y por las orejas. Maximiliano era raquítico, de naturaleza pobre y linfática, absolutamente privado de gracias personales. Como que había nacido de siete meses y luego se le criaron con biberón y con una cabra.

PASTA DE GUINDA. Se pesa por kilo de fruta kilo y cuarto de azúcar; se le quitan los tallos y los huesos y en agua fría se pone a cocer; cuando ha hervido un poco se escurre bien y pasa por el cedazo, cociendo la pasta sola y moviéndola sin cesar hasta que espese. Después se pone la pasta y el azúcar juntos, hirviendo diez minutos sin dejar de moverlo, y cuando tiene punto se echa en los tarros.

¡Ay, señor! respondió la Rufina María , si son de la nigromancía , me pierdo por ellas; que nací en Triana, y echar las habas y andar el cedazo mejor que cuantas hay de mi tamaño, y tengo otros primores mejores, que fiaré de vuesas mercedes si me la hacen, aunque todos los que son entendidos me dicen que son disparates.

CHAUFROIX VERDE. Se blanquean en agua cociendo durante unos minutos estragón, perejil, perifollo, alcaparras y pepinillos en vinagre. Se machaca todo bien, y pasado por un cedazo, se le incorpora a una salsa de chaufroix blanca con un poco de verde de espinacas, trabajándola y concluyendo como las demás.

El capitán y Hans echaban agua en el cedazo para hacer pasar la fécula, y Cornelio y el chino la amasaban en panes de a cuatro libras, que secaban después al sol. Habrían podido también reducir la harina a grano, pero hubieran necesitado un recipiente de hierro, y no lo tenían.