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Una ó mas tarimas en el dormitorio, un triste mobiliario en la cocina, una muy escasa provision de habas, garbanzos ó judías en la despensa, y en la salita dos viejos taburetes de palo, una mesita coja, y algunos pequeños trastos con útiles de trabajo pendientes de los muros entre estampas de colores vivos, ya religiosas ya profanas; tal es el menaje de aquella sociedad subterránea.

La mayor para el trigo, un cuadro más pequeño para plantar habas y otro para el forraje, pues no era cosa de olvidar al Morrut, el viejo y querido rocín. Bien se lo había ganado. Y con la alegría del que después de una penosa navegación descubre el puerto, la familia procedió á la siembra. Era el porvenir asegurado. Las tierras de la huerta no engañaban; de allí saldría el pan para todo el año.

Esta borda era la guarida del Cura. Allí estaba su depósito de municiones. El cabecilla no estaba. Guardaba la borda un retén de unos veinte hombres. Se hizo pronto de noche. Zalacaín y Bautista comieron un rancho de habas y durmieron sobre una hermosa cama de heno seco.

El gasto de la fiesta era grande, porque D. Acisclo costeaba toda la cera que llevaban ardiendo los que con sendas velas seguían su insignia, y en la noche del Jueves Santo, terminada ya la procesión, daba de cenar a todos los cofrades, que eran muchos, agasajándolos y hartándolos con potaje de habas, cornetillas picantes, cazón en ajo de pollo, bacalao con tomates o en albóndigas, a veces hasta serafines fritos, pues, aunque parezca extraño, serafines se llaman en aquel país los boquerones, y de postres deliciosos pestiños y vino añejo.

Yo empleo mi capital honradamente, y ayudo al empresario, al trabajador; soy uno de los agentes de la industria y recojo la natural ganancia.... Estas son habas contadas; y si estos curas de misa y olla que ahora se usan, supieran algo de algo, sabrían que la Economía política me autoriza para cobrar el anticipo, el riesgo y, cuando hay caso, la prima del seguro....

¡Ay, señor! respondió la Rufina María , si son de la nigromancía , me pierdo por ellas; que nací en Triana, y echar las habas y andar el cedazo mejor que cuantas hay de mi tamaño, y tengo otros primores mejores, que fiaré de vuesas mercedes si me la hacen, aunque todos los que son entendidos me dicen que son disparates.

Al tender la vista sobre los pequeños huertos de esas pobres familias de proscritos, no pude menos que hacer una observación: hasta sus objetos de cultivo son tristes. La tinta medio gris de los aloes y de las plantaciones de habas coincide con la historia de esa extraña raza, así como las extensas y apretadas huertas de tunales y espinos.

Y comían los tripulantes al principio de la navegación carne salada de vaca; luego, huesos sin tuétano vestidos sólo de algunos nervios; los viernes y vigilias, habas guisadas con agua y sal; y en las fiestas recias, abadejo, que era plato de gran lujo.

Esas familias casi no conocen el sabor de la carne; su alimento consiste principalmente en habas y judias, y Granada les compra los frutos rosados de millares de cactus. Por último, las numerosas fraguas subterráneas de aquella raza de albéitares y estañadores, me hacían imaginar que visitaba el reino de Vulcano en caricatura. Pero no se crea que los Gitanos aman mucho sus cuevas.

Paréceme que viene a matarme, que está escondido en algún rincón de mi cámara haciendo mover las colgaduras y crujir los arcones; y a la mañana siguiente huélgame oírte hablar de Gonzalo. Donoso lo es en verdad el señor regidor. Me quiere desde que yo era ansí, ansí, y qué rendido y alfeñicado. Pero mi padre dice que el linaje de los San Vicente no vale dos habas.