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Su voz amenazante, dura como un grito de mando, indignó al hombre vestido de uniforme. ¡Haber arrostrado la muerte durante tres años entre miles de camaradas que estaban ya bajo tierra; despreciar la vida como algo cuya fragilidad se ha revelado á cada minuto; despojarse para siempre, en fuerza de aventuras angustiosas y heridas atroces, de ese miedo que el instinto de conservación pone en todos los seres, para que ahora, en una ciudad de placer, á la puerta de la más lujosa de las casas de juego, un hombre rico y poderoso, pero que no había hecho nada útil en su existencia, se atreviese á amenazarle!...

El nombre de Ulises Ferragut empezó á ser famoso entre los capitanes de los puertos españoles. Las aventuras náuticas de su primera época entraban por muy poco en esta popularidad. Los más de ellos habían arrostrado mayores peligros, y si le apreciaban, era por el instintivo respeto que sienten los hombres enérgicos y simples ante una inteligencia que consideran superior.

El tío Manolillo había arrostrado por todo y había tenido la suerte de que no surgiese ninguno de esos incidentes que frustran las sorpresas mejor meditadas. Ya seguro de los criados, el tío Manolillo adelantó por las habitaciones principales. Al ir á levantar un tapiz vió de repente á la Dorotea.

¡Pobrecito mío!... ¡No pongas esa cara! Ten un poco de paciencia. Mañana; te juro que será mañana. Ella, que en otro tiempo había arrostrado con tranquilo impudor las más atroces murmuraciones, dudó y balbuceó al hablar del día siguiente. Parecía una jovencita luchando entre su amor y el miedo á perder su porvenir social.

Había arrostrado el viaje por un océano de llanuras desiertas que se iba dilatando así como avanzaba la expedición; había dormido en ranchos cuyos techos derramaban insectos sanguinarios; había pasado á caballo por remolinos de tierra que la sacaban de la silla; había sufrido el tormento de la sed y del hambre en un extravío de ruta y pasado las noches á la intemperie, sin otra cama que el poncho y los arreos de la cabalgadura.

Jamás, desde que salió de la cárcel, había arrostrado Ester la presencia del público sin ir acompañada de Perla. En todas sus visitas á la población, iba Perla también: primero, cuando tierna niña, la llevaba en brazos; luego, más crecida, iba como una pequeña compañera de su madre, asida de un dedo y dando saltitos.

Todos estaban pálidos, con los labios descoloridos, los ojos brillantes y un temblor homicida en las manos. El peligro arrostrado y la certeza de que por fin eran dueños de una ciudad les enloquecía. Las puertas de los edificios caían a culatazos.

Todo este tiempo no le había vivido sólo en Manila. Había estado en diversas tierras de gentiles, difundiendo la luz del Evangelio; había pasado apenas creíbles trabajos; había arrostrado graves peligros, y aun había estado dos veces a punto de alcanzar una muerte tan cruel como gloriosa, no salvando la vida sino después de sufrir prolongado martirio.

Si alguna vez se atiende á los resultados, todo el valor moral que á estos se atribuye nace de lo interior del alma: la prevision ó imprevision de ellos, ó la posibilidad ó imposibilidad de preverlos; el haberlos querido ó ; el habérselos propuesto como objeto principal ó secundario; el haberlos deseado con ahinco ó el haberlos arrostrado con dolor y repugnancia; estas y otras consideraciones semejantes se tienen presentes cuando se quieren apreciar y graduar el mérito ó demérito de una accion que ha tenido tales ó cuales resultados.

No sólo aprenderán fácilmente lo que no les podría enseñar ningún libro, no sólo recordarán todo lo que hayan aprendido en aquellos días felices en que la voz del profesor se confundía para ellos en una misma impresión, con la vista de paisajes encantadores, sino que también se habrán encontrado frente al peligro y lo habrán arrostrado alegremente.