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Figuraba en la Academia de Jurisprudencia como orador de esperanzas, y había fundado en compañía de otros una sociedad para la abolición de la esclavitud, y otra para abolir las quintas y matrículas de mar. En estos folletos solía venir debajo del título, a modo de sello, un pésimo grabado representando un negrito de rodillas y aherrojado con las manos levantadas al cielo.

A lo lejos, su enemigo Prometeo lamentábase, aherrojado en una peña del Cáucaso. Tales eran las venturas de los dioses. ¿Hubo algún heleno, pastor, sacerdote ó rey que se atreviera á trepar por las pendientes de Olimpo que dominan los altos pastos de las cañadas y las lomas? ¿Atrevióse alguien á poner el pie sobre la cumbre para encontrarse de pronto en presencia de los dioses terribles?

Entonces, aprovechando su ausencia, iba en busca del adorado instrumento y á solas y á oscuras en la cocina de su casa se daba un hartazgo de malagueñas, peteneras y soleares, mientras su buen padre, otro aherrojado como él, roncaba como un bendito allá arriba. Como estaba allí su grande amigo Nolo, se quedó un rato de tertulia mientras cenaban.

Tapui Guazú holgò de la venganza, Que vido en su enemigo aherrojado: Mas pone con los suyos vigilanza, Que no les haga mal algun soldado. Al fin de paz quedó con la esperanza Que dió, con prometer que de su grado Queria al Español ser repartido, Por no ser de otros indios ofendido.

De aquella fervorosa manifestación de entusiasmo democrático y tierna sensibilidad, sólo quedaban en las librerías de viejo algunos residuos acusadores. En varias de ellas solía verse todavía algún folleto abolicionista de Valle con su correspondiente negrito aherrojado en la cubierta, las manos levantadas al cielo en demanda de justicia.

Pero cuando Preciosa vió a don Juan ceñido y aherrojado con tan gran cadena, descolorido el rostro y los ojos con muestra de haber llorado, se le cubrió el corazón, y se arrimó al brazo de su madre, que junto a ella estaba, la cual, abrazándola consigo, le dijo: Vuelve en ti niña; que todo lo que vees ha de redundar en tu gusto y provecho.

Despues de su negocio relatado, Procura de volverse muy gozoso. Un pueblo en el camino hubo poblado, Por extender su fama deseoso, Santa Cruz de la Sierra le nombraba, Que el sitio al de su tierra semejaba. A Cabeza de Vaca ya volviendo, Lleváronle á Castilla aherrojado.

Dos años son largos, cuando se sufre, y dan tiempo para reflexionar. ¿Has examinado tu conducta al mismo tiempo que juzgabas la de los demás? ¡Desgraciada! Me recuerdas las horas más tristes de mi existencia, aquellas en que, solo y aherrojado, me volvía loco buscando las causas de mi desdicha. ¿Cómo había de juzgar lo que no podía comprender?