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Las ambiciosas que fingían una gran pasión con la inaudita esperanza de un matrimonio, las sentimentales que pretendían interesarle con refinamientos psicológicos, las que traían al adulterio sus entusiasmos de madre y susurraban en su oído la felicidad de tener un hijo que se le pareciese, le esperaban en vano al día siguiente. «¡Ni grandes pasiones, ni hijos!...» El yate echaba de pronto dos chorros de humo, llevando á su dueño á otro puerto, tal vez á otro continente: y si quería huir de una ciudad del interior, ordenaba el enganche de su vagón especial en el primer tren que partiese.

En efecto, aquellos tres hombres sentados en sus rocking-chairs bajo la ondulante toldilla, acariciados por el fresco de la tarde, mecidos por las olas y alumbrados por los rayos oblicuos del sol poniente, en aquel lindo yate que volaba hacia las colonias holandesas, más parecían gozar de las delicias de la vida que buscar el secreto de la muerte.

Á lo lejos se veía la maleza que llegaba hasta cien metros de las rompientes y unos bancos de coral cubiertos por espesa vegetación de algas daban al agua un tinte de esmeralda. ¡Mira! dijo Tragomer enseñando á Jacobo la extensión del mar... ¡El yate! El humo negro de las chimeneas culebreaba en el cielo al cruzar el navío á un kilómetro de la costa, como estaba convenido.

Una hora después Cristián subía con ligereza la escala del yate y saltaba al puente por la cortadura... Marenval, imposible de reconocer con su traje de franela blanca, gorra marina con galones de oro, tez curtida y barba descuidada, se lanzó al encuentro de su amigo y llevándole á la popa, bajo una toldilla de lona que abrigaba al puente de los rayos del sol;

Tratados como si fuesen oficiales, retribuídos á su placer y con el aliciente de visitar una gran parte de la tierra, se presentaban músicos de todos los países solicitando su ingreso en la orquesta del yate. Concertistas de fama y jóvenes compositores entraron en ella como simples ejecutantes.

Miguel adquirió en Inglaterra un yate velero, de proa afilada y arboladura audaz, con máquina auxiliar, y le puso un nombre de ave marina, pero en español: Gaviota. Deseaba prolongar en el Océano su vida terrestre, seleccionando de ella todo lo más interesante, y por esto quiso embarcar á Sergueff.

Pero la descarga que esperaban no se produjo. Una barca mandada por un vigilante y tripulada por doce remeros se destacaba de la costa é iba á colocarse entre los fugitivos y los tiradores canacos. Al mismo tiempo la lancha de vapor del yate forzó su máquina en dirección de los nadadores.

También conocía él este palacio, puramente de aparato y deshabitado, pues el príncipe reinante, en las cortas visitas á sus dominios, prefería vivir en su yate. Primeramente llamó su atención la guardia del edificio. Los soldados de Mónaco, viejos gendarmes franceses, habían partido á la guerra, y una milicia nacional se encargaba de sustituirlos.

Alicia sonrió ante este homenaje público. El pobre pianista, hiciese lo que hiciese, no comprometía. Gracias, Spadoni; cuente con mi gratitud. Vaya pensando lo que desea: una casa, un yate, tal vez un piano con teclas de brillantes... Miguel la escuchó asombrado. Hablaba de buena fe: parecía enloquecida por su fortuna. Pero el músico se alejó de ellos. Necesitaba estar solo.

Por eso las he reemplazado con otra interminable, la de la ambición y la codicia, cuyos compases son infinitos como las estrellas del cielo, como las combinaciones de las cartas. Juego. Veo en el girar de la ruleta un castillo que será mío, un castillo más suntuoso que todos los que existen; un yate superior al que tenías; fiestas interminables.