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Actualizado: 16 de junio de 2025


Amarrado cerca del muelle un yate, enano rodeado de gigantes, elevaba su pabellón tricolor entre las banderas azules de Inglaterra. La de más edad de las dos damas mostró á la otra el yate: Ahí está Magic, dijo; descendamos al muelle.

El camarero se acercó á Jacobo y puso á su alcance las provisiones que sus amigos le enviaban, sin que él lo echase de ver, sumido en su meditación. El yate había apagado sus fuegos para escapar más fácilmente á una posible persecución y en el mar sin límites, el espíritu de Jacobo, sereno y fortificado, reposaba ya en una tranquilidad absoluta.

Luego de dar conciertos en las grandes capitales de Europa y América del Sur, se había quedado en Monte-Carlo, con una inmovilidad que él atribuía á la guerra y don Marcos achacaba á su afición al juego. El príncipe le conocía por haberle llevado á bordo de su gran yate Gaviota II, en un viaje alrededor de la tierra, formando parte de su orquesta.

Luego de renunciar al título de archiduque, para llamarse simplemente Juan Ort, corría los mares en un lujoso yate, acompañado de hermosas mujeres y de músicos. Un día circulaba la noticia de que el buque se había perdido, con todos sus tripulantes, en el cabo de Hornos, al pasar de una costa á otra de la América del Sur.

El millonario lanzó al pasar una mirada melancólica sobre su yate enorme y gallardo, una mirada en la que vió Aresti la nostalgia de la vida del mar, de los amplios horizontes, de la existencia libre, sin las miserias y preocupaciones terrestres. Se aproximaban á Las Arenas. El puente de Vizcaya cortaba el horizonte con su red de cables movibles.

Mira, dijo Tragomer, el yate vira de bordo y echa al agua la lancha de vapor... Han comprendido el peligro y vienen á nosotros. La lancha embarcó sus hombres y se deslizó rápida sobre las ondas. La distancia que la separaba de tierra disminuía visiblemente. Ya la vista experimentada de Tragomer distinguía á Marenval sentado en la proa.

La gente que paseaba por el atrio se fijó inmediatamente en él. «¡El príncipe LubimoffTodos recordaban su yate, sus aventuras, sus fiestas, repitiendo su nombre como un eco de gloriosa resurrección.

En el bolsillo de su levita se encontró la declaración de Lea probando la inocencia de Jacobo, que fué enviada á la embajada francesa por la policía de Londres. Vesín marchó á París, á fin de activar la revisión del proceso. Los Harvey en su yate y Marenval, Tragomer y la familia de Freneuse en el Magic, se habían dirigido á Cowes.

¿Y bien? preguntó el capitán inclinado sobre la borda. ¡Está hecho! contestó Tragomer. Por la escala de cuerda que pendía del flanco del navío subieron sobre cubierta, la embarcación fué suspendida, y el yate volvió á tomar la velocidad un punto interrumpida, con la proa hacia alta mar.

Volvió el príncipe á su yate, y un año después le alcanzó la noticia triste y esperada, hallándose en el Norte de Noruega, al regreso de una excursión por los mares árticos.

Palabra del Dia

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