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Actualizado: 2 de junio de 2025


Su imaginación vagaba con vehemencia para hacer algo, matar un oso, partir el cráneo a un salvaje o sacrificarse de alguna otra manera por aquella profesora de rostro pálido y de grises ojos.

Para convencerse de ello, es suficiente ver a Munich. La noche de mi llegada, una hermosa noche de domingo llena de estrellas, toda la población vagaba por las calles. Flotaba en el aire un alegre rumor confuso, tan vago ante la luz como el polvo que levantaban los pasos de todos aquellos paseantes.

En las noches de luna vagaba por el claustro un espectro blanco, el alma de un fraile maldito que aguardaba la hora de la redención paseándose por el lugar de sus pecados. Allá marcharon los fugitivos un día lluvioso de invierno, azotados por el aguacero y el huracán, siguiendo el mismo camino que ahora seguía Febrer, pero un camino antiguo que sólo tenía de tal el nombre.

Habían salido de sus casas poco antes, al ver terminada la invasión, pero su aspecto de pobres bastaba para que los detuviesen como si fueran rebeldes. Y los grupos de prisioneros pasaban y pasaban. La cárcel resultaba pequeña para tanta gente. Muchos eran conducidos a los acuartelamientos de la tropa. Fermín sentíase fatigado. Desde el anochecer que vagaba por Jerez en busca de un hombre.

Tenía en las manos el rosario y vagaba aún en sus labios su pura sonrisa de niño; sobre su frente, amarilla como el marfil antiguo, un nimbo de cabellos blancos realzaba el tipo más peregrino de belleza moral que puede fingirse el hombre: la inocencia con la cabeza blanca...

Era de madera primorosamente tallada y pintada y con cierta expresión triste y apacible en el rostro que había sido la que moviera la joven a comprarla. Al tropezar con la mirada dulce pero glacial de la imagen, se apagó la sonrisa feliz que aun vagaba por sus labios, quedando inmóvil y hondamente pensativa.

Ordinariamente se ponía para estas comidas de los sábados trajes de media etiqueta, esto es, con las mangas hasta el codo. Ahora quiso lucir su celebrado descote en honor de un diplomático extranjero que comía por vez primera en su casa. Mientras se dejaba arreglar el pelo, su espíritu vagaba distraído por los sucesos del día. No había acudido a la cita de Pepe: de seguro vendría furioso.

Mis miradas se apartaron del niño y a hurtadillas se fijaron en el padre. Este había juntado las manos y contemplaba con piadosa atención a esa pequeña criatura humana. Una sonrisa indecisa, que expresaba tanto el embarazo como el júbilo, vagaba por sus labios. Sólo en ese momento pude observarlo a mis anchas.

Le repugnó confundirse con la muchedumbre que vagaba por los alrededores del Casino. Su deseo de no seguir adelante le sugirió una idea. «¿Si fueses á sorprender á Alicia en su casa?... ¡Lo agradecería tantoDos veces más había estado en Villa-Sirena. Miguel encontró á «la Generala» menos hostil y dominadora que la había imaginado; pero no pudo comprender el apasionamiento de Castro.

Me sentí espantada hasta el fondo del alma por misma quizá tanto como por ella; me negué con toda la energía que pude encontrar en ; pero ella insistió, y, ante la amenaza que me hizo de revelar a la familia mi correspondencia con Roberto, tuve que consentir de grado o por fuerza. Entonces vinieron días tristes; Marta vagaba, semejante a un fantasma.

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