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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Montifiori a su turno conversaba con el doctor de las Vueltas a propósito de un caballero de las provincias que había pasado atufado y sin saludar al grupo. Pero algo debe tener con usted, querido Montifiori, porque conmigo cultiva la más cordial amistad. En efecto decía un gallo viejo de monocle que formaba parte del grupo, Il a l'air bien farouche.
Siempre habrá una nación continuó que esté encima de las otras... Nosotros apenas somos algo en el presente, y según he leído, España pesó sobre el mundo entero durante siglo y medio. Estábamos en todas partes: nos encontraban hasta en la sopa. Después le llegó el turno á Francia. Ahora es Inglaterra... A mí no me molesta que un pueblo se coloque sobre los demás.
La hora mejor era la de misa, los domingos, cuando a la chica le tocase quedar guardando la casa, porque la aldea entonces estaba solitaria y la mayor parte de las casas cerradas. En la de Tomás, por hallarse un poco apartada, siempre quedaba alguno teniendo cuidado de ella, un domingo uno y otro domingo otro. D. Jaime esperó el turno de Rosa con impaciencia y disimulando sus intenciones.
Así era el turno pacífico en Vetusta, a pesar de las apariencias de encarnizada discordia. Los soldados de fila, como se llamaban ellos, se apaleaban allá en las aldeas, y los jefes se entendían, eran uña y carne. Los más listos algo sospechaban, pero no se protestaba, se procuraba sacar tajada doble, aprovechando el secreto.
No sólo hizo esto, sino que también, sin dar parte a su hermana, fué a la contaduría del teatro Real y tomó un abono de butaca cerca de la platea de Osorio, en el mismo turno. La intimidad creció pronto entre ellos, gracias a los esfuerzos de Raimundo. Porque su hermana, aunque elogiaba también la amabilidad de su nueva amiga, oponía una resistencia sorda y pasiva a frecuentar su trato.
¡Aquí verá usted le dije otra amabilidad y otra finura! La puerta estaba abierta y naturalmente nos entrábamos; pero no habíamos andado cuatro pasos, cuando una especie de portero vino a nosotros, gritándonos: ¡Eh, hombre! ¿a dónde va usted? ¡fuera! Este es pariente del calesero dije yo para mí. Salimos fuera, y sin embargo, esperamos el turno. Vamos, adentro.
Lo mismo le ocurría á ella al ver asegurado su bienestar, y convencerse de que su juventud marchaba hacia el ocaso. ¿Por qué no había de conocer su verdadero amor con sus penas y alegrías después de haberse rozado insensiblemente con tantos hombres?... ¡Ah mon vieux! Había que tomar la vida con serenidad filosófica. A cada cual su turno. Después intentaba consolarle hablando del pasado.
Los dos adversarios habían sido olvidados en el patio, como actores que esperan su turno para mostrarse. Toledo abrió las cajas de pistolas, dando á los dos capitanes la que había buscado aquella mañana en el Cap-Ferrat. La suerte iba á decidir cuál de ambas emplearían. No es necesario dijo el parisién . Lo mismo da una que otra. Dispóngalo todo como mejor le parezca.
Problema: ¿por qué misteriosas alquimias pasaba esta cantidad para alimentar las siguientes partidas: casa de diez y ocho mil reales, buena mesa, estreno constante de ropa por todos los individuos de la familia, lujosos vestidos de baile para las niñas, landó, palco a primer turno al Teatro Real, excursiones a los otros teatros, viajes de verano, imprevistos, etc...? Aun suponiendo doble el activo por lo que D. Manuel percibía de algunas compañías de ferrocarriles, quedaba la mitad del gasto en el aire.
Cuando se dieron la mano para despedirse, notó Juana en su mirada una singular expresión de inquietud y desconfianza. Apuesto dijo la joven sonriendose que adivino vuestro pensamiento. Veamos. Os preguntáis si no voy yo a decir a mi turno como aquella dama: «¡Adiós, imbécil!» Es cierto... y en verdad que tendríais razón para hacerlo, pero somos un par de locos.
Palabra del Dia
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