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Actualizado: 4 de junio de 2025
En el gabinete de lectura, Trifón Cármenes repasando Ilustraciones antiguas; en el tresillo ni un socio; no le quedaba más que el dominó, que le era antipático por el ruido de las fichas y por aquello de estar sumando sin parar.
<tb> Don Juan volvió a su casa muy pensativo. Por la noche fue al teatro, a una tertulia, al club, y con nada logró distraerse. En los palcos, en los salones, en el cuarto del tresillo, en todas partes creyó tenerla delante de los ojos.
Efectivamente, Paco Ruiz siempre era el mismo, esto es, siempre era un joven más chistoso que afable y más desvergonzado que chistoso. Pertenecía á una antigua aunque arruinada familia de Vegalora. Para subvenir á sus muchas necesidades no tenía otras rentas que el tresillo, el golfo y el monte, en cuyos juegos, al decir de la villa, era un asombro de habilidad.
La concurrencia de los jueves se componía de un poco de todo lo de las grandes fiestas, y no se admitían presentados; «amigos de confianza» que hacían política y administración y ejército, y hasta el amor, y discreteaban, según las edades, los caracteres y los sexos; algo de tresillo, mucha murmuración al calor de la chimenea, música a ratos, alguna vez lecturas, y, en ocasiones, baile.
No pudiendo servir a su rey con las armas, la vida de un noble debía ser levantarse temprano para oír misa, echar un vistazo a su hacienda, platicar un rato con el mayordomo, jugar al tresillo con los curas, dar luego con ellos un paseo, rezar el rosario, confesarse a menudo y dar constantemente ejemplo a los plebeyos de virtud y religiosidad, sin rozarse jamás con ellos.
¡Cielos santos! Qué tramoya horrible, qué complicada conspiración contra una pobre niña inexperta. Ya no me habla el Padre González; me habla el general. Es su casa y no la de Narcisito desde donde me habla. ¿Sí?... ¿Eh?... Hoy está conmigo más desaforado y más insolente que nunca. Mamá se ha puesto a jugar al tresillo con el doctor y con el Padre González.
Antes estaba el tresillo cerca de los billares, pero el ruido de las bolas y los tacos molestaba a los tresillistas que se fueron al gabinete rojo, donde estaba entonces el de lectura. El gabinete de lectura se fue cerca de los billares.
Diré que fue una joven excelente; que se casó a gusto de sus padres, con un hombre que le convenía y que fue modelo de esposas y de madres, sin otra flaqueza que estar un poco templada a la antigua y tener demasiada afición al tresillo. Todo esto es muy bueno para un epitafio; pero es menester convenir que es muy sosito para una novela.
Y para más aturdirse, para olvidar la pena que le roía el alma fue más allá de lo que la prudencia aconsejaría a una mujer en su caso. Lanzose a una vida de placeres ruidosos; teatros, paseos, partidas de tresillo, tiendas, modistas, cenas a última hora con sus flamantes amigas y adláteres. Estas no la dejaban ni de noche ni de día.
En cuanto al señor de Areche, refieren que volvió cogitabundo a ocupar su puesto en la mesa de tresillo, que en toda la santa noche no hizo jugada en regla, y que, por primera vez en su vida, cometió dos renuncios, prueba clara de la preocupación de su ánimo. ¡Qué demonche! Yo no soy maldiciente, pero en la historia hay hechos que lo sacan a uno de quicio.
Palabra del Dia
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