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El abad contempló desde su asiento en el estrado las dos hileras de monjes, cuyos rostros plácidos, rollizos y bronceados por el sol, con raras excepciones, y cuya expresión satisfecha, daban clara muestra de la vida tranquila y feliz que allí llevaban. Fray Diego fijó después su penetrante mirada en el joven religioso sentado frente á él y dijo: Sois el acusador, hermano Ambrosio.

Soy viejo para ella, tía María respondió Stein suspirando y sonrojándose al darse cuenta de que en cuanto a él, llevaba razón la buena mujer ; soy viejo repitió , para una niña de dieciséis años y mi corazón es un inválido a quien deseo hacer la vida dulce y tranquila y no exponerlo a nuevas heridas. ¡Viejo! exclamó la tía María , ¡qué disparate! ¡Pues si apenas tiene usted treinta años!

La señora repiqueteó con los dedos sobre el cristal y Pampa dió un salto, despertada bruscamente por este llamamiento, que ella conocía bien. ¡Voy, niño, voy! barbotó medio dormida. Ambos puños en los ojos, entró sin darse mayor prisa. ¡Vamos! no la dejarían tranquila nunca.

Pues tampoco a Maxi le quiero ver... No sabe usted lo mal que me sienta verle y hablar con él... Me trastorna. No les deje usted pasar. Que se vayan a los infiernos. ¡Estoy tan tranquila aquí solita con mi hijo, y los amigos que me protegen...! ¡Que no venga, por Dios! ¿Usted me promete que no vendrán? Lo pedía con terror suplicante.

Recordando que él también había creído, recordando el alma ingenua que había muerto en él, ante la esperanza de poder creer todavía para sentirse más cerca de ella, para comunicarse con ella, ¡cómo había llorado, envuelto en una tranquila tristeza, en tímido gozo!

Y así se comprende que en el arte dramático de Lope de Vega, se perciba la diafanidad, la claridad más sin mancha y la tranquila exposición de la epopeya, con la pasión lírica que se apodera del corazón, y lo conmueve y domina, apareciendo ambas cualidades en la escena en un organismo plástico y perfecto, y en acción ó fábula rápida y no interrumpida.

Si al fin nos hemos de morir... Tengamos la conciencia tranquila; no hagamos cosas malas, y ruede la bola... y no temamos el materialismo de la muerte; que al fin polvo somos, y...». Basta, no siga usted dijo Maxi, ceñudo, cortándole el discurso . Si usted es materialista, nunca nos entenderemos.

No me respondáis; no hablemos más de eso. Quiero dejaros muy tranquila, bien calmada. ¿Despachasteis a Annie?... ¿Queréis que esta noche también os desnude y os acueste vuestra mamá, como antes? , quiero. ¿Y cuando estéis acostada, me prometeréis ser buena? Buena, como una santa. ¿Y haréis todo lo posible por dormiros? Todo lo que pueda... ¿Con mucho juicio, sin pensar en nada?

Mírame a , que no hago más que lo que me manda el Padre Nones, y he perdonado a la Pepa, a la Matilde, que me quiso envenenar, y a doña Malvina la protestanta y a todo el género mundano... ¡re...! Párate boca que ya ibas a soltarlo... Pues , perdonar; créetelo porque yo te lo digo. ¿Ves qué tranquila estoy?

Ante una belleza tan tranquila de la naturaleza, la presencia de un temor vano que hacía sentir vivamente era como un cuervo que agita lentamente las alas surcando el aire lleno de sol. Nancy deseaba cada vez más el regreso de Godfrey. Alguien abrió la puerta, en el otro extremo de la pieza; Nancy tuvo el presentimiento de que era su marido.