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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
En toda la comarca, de ordinario tan tranquila, que se extiende desde el Adour hasta la frontera de Navarra, vivaqueaban los numerosos cuerpos del magno ejército; por todas partes se veían las tiendas de jefes y soldados de Aquitania, gascones é ingleses.
Eran el tío Batiste, el alcalde, y su alguacil el Sigró. La huerta quedaba sin autoridad, pero tranquila. En el mar A las dos de la mañana llamaron a la puerta de la barraca. ¡Antonio! ¡Antonio! Y Antonio saltó de la cama. Era su compadre, el compañero de pesca, que le avisaba para hacerse, a la mar. Había dormido poco aquella noche.
La presencia de esa superficie rizada, obedeciendo al impulso de mi mano, despierta en mí una especie de tranquila alegría mezclada con no sé qué de melancolía. Las pequeñas ondulaciones que yo provoco en la superficie del agua se propagan á lo lejos de ola en ola á grandes distancias.
En vez de agradecerme lo que hago por vosotras, me calumniáis ... No, no: entendámonos. Tú, Rumalda, estate tranquila: sé que tienes necesidades, que los tiempos están malos... Cuando los tiempos están malos, hijas, ¿qué hemos de hacer sino ayudarnos los unos á los otros?
Si la ilusión de inducirlo a una persecución más tranquila de la reforma social había fracasado ¿había respondido él por lo menos con actos de bondad, a esas demostraciones de amor?
No creo que mi curiosidad carezca de fundamento, tenga nada de vano ni de pecaminoso; yo mismo siento lo que dice Pepita; yo mismo deseo que mi padre, en su edad provecta, venga a mejor vida, olvide y no renueve las agitaciones y pasiones de su mocedad, y llegue a una vejez tranquila, dichosa y honrada.
Perla, al ver los rosales, empezó á clamar por una rosa encarnada, y no quiso estarse tranquila. Cállate, niña, cállate, dijo la madre encarecidamente. No llores, mi querida Perla. Oigo voces en el jardín. El Gobernador se acerca acompañado de varios caballeros. Cállate. En efecto, por la avenida del jardín se veía cierto número de personas con dirección hacia la casa.
Abandonándolo, sin comprender sus esfuerzos, lo quería con una afección fría y tranquila, como se quiere a un compañero, a un aliado fiel, a un humilde a quien se tolera; no se había dado cuenta de que a cada minuto arriesgaba su vida, más que su vida, la paz de su corazón, persiguiendo un ideal que ella lo constituía.
Y ella, sin embargo, había ya llorado mucho para lavar con sus lágrimas sus pecados... Había ido muchísimo a la iglesia y quemado innúmeros cirios y cumplido las más duras penitencias... Creía que el secreto de sus faltas quedaba enterrado en el confesionario del cura párroco... Poco a poco las malas lenguas se habían cansado y acabado por dejarla tranquila... Comenzaba ya a respirar, vivía feliz entre el Príncipe y su hijo, creyendo que todo había acabado, cuando vuelve Delaberge y cae en su casa como un rayo... ¡Oh, sí, un rayo verdadero!... Cuando le vio entrar en la cocina se le agolpó toda la sangre en el corazón y estuvo a punto de caer redonda en tierra... Después ya no había podido conciliar el sueño, viviendo en una continua angustia y pareciéndole que estaba suspendida sobre su casa la amenaza de una gran desdicha.
A este bachiller Carrascosa, que así se llamaba, iba a agarrarse nuestro Miguel, si era, se repite, que no le había agarrado la justicia, a fin de que dónde iba y dónde vivía le dijese, aquel irreconciliable enemigo de amor de su bella indiana; y ya apretaba los dientes y crispaba el puño Cervantes, ante él creyéndose en algún apartado sitio donde le llevase, y a sus pies le viese ensangrentado y muerto de alguna buena estocada, y a su doña Guiomar alegre y tranquila al verse libre de aquella su pavorosa y eterna pesadilla; y con estas imaginaciones, y sin pensar en las cuentas en que con la justicia iba a meterse tan sin vacilación ni empacho, íbase embraveciendo Miguel, y crecía tanto en su pecho su amorosa llama, que harto claros indicios de ello daban la brava y siniestra mirada de sus ojos, y el ardoroso aliento que de su pecho salía.
Palabra del Dia
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