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Actualizado: 21 de junio de 2025


Pimpollo apenas abierto, Algun dia serás rosa, Que derramará pomposa Su perfume embriagador... Pero ¡ay! entonces tal vez Te oprimirán las congojas!... Antes que esparsas tus hojas Duerme tranquila, Leonor.

Tiene razón cuando me dice: «¡Oh!, esté usted tranquila, que si esto no se arregla por bien, como yo espero, entonces... ahí tenemos los tribunales. ¡Es asunto ganado!». ¡Oh! , los tribunales. ¡Qué bonitos son los tribunales!... Todo será cuestión de algunos meses. Después...».

Su vida en Valencia parece haber sido todo lo tranquila y feliz que era posible, dado su arrebatado temperamento.

Tipo bien opuesto al de Adolfo, es Andrés Ruigomez, el autor de Silvestre del Todo, que no cuándo acabará una preciosa novela de costumbres que en Francia haria su reputacion y su fortuna; que hoy, alejado de la literatura, entregado á las nobles tareas del foro, quizá le reserva la suerte una existencia más desahogada y tranquila que la de sus compañeros, si bien todos éstos la mirarán siempre como propia y creerán que en su querido Andrés han mejorado de fortuna.

Aquí no soy el señor Salvi fue la réplica tranquila del monje. Me conocen como fray Antonio de Arezzó, o, más breve, fray Antonio. El nombre de Salvi me lo dio el pobre Blair, que no quiso introducir entre sus amigos mundanos a un monje capuchino. En cuanto al origen de su fortuna, creo que conozco la verdad. Entonces ¡dígamela, dígamela! grité lleno de ansiedad.

Si yo pensara que usted lo había de adivinar, habría estado más tranquila afirmó la criada, que en su extraordinaria capacidad para forjar y exponer mentiras, supo aprovechar el sólido cable que su ama le arrojaba . ¡Y que no ha sido floja la tarea! Habrás tenido que dar un gran almuerzo.

En el camino huía de todas ellas como de un tropel de furias, y únicamente sentíase tranquila al verse dentro de la fábrica, un caserón antiguo cerca del Mercado, cuya fachada, pintada al fresco en el siglo XVIII, todavía conservaba entre desconchaduras y grietas ciertos grupos de piernas de color rosa y caras de perfil bronceado, restos de medallones y pinturas mitológicas.

Lo que a me ha faltado, y de aquí nacen mis temores, son uñas para arrancar de mis adentros la entraña del asunto, tan limpia de adherencias y piltrafas, que llegara usted a verle con la misma claridad que yo le veo. ¡Ay, carape! como yo tuviera esas uñas metafísicas, ¡qué colores le hubieran resultado al cuadro ese y qué tranquila estaría ahora mi conciencia de narrador!

Para que una mocita decente esté tranquila en esta casa, ¿necesitará la señora atar a usted con una cadena al lado del mono? Don Alvaro, que era tímido, blandengue y avezado a la servidumbre, receló que Juanita armase un alboroto, le cobró miedo y desistió de su amorosa empresa.

Se estremeció de alegría y haciendo un ademán de soberbia, contestó: ¡Es probable! Viene á capitular ... Bueno, ¡vamos á ver!.. Sustitúyeme con mis convidados y que nadie sospeche lo que aquí sucede. Vete tranquila. Abrió la puerta y alta la frente, firme la mirada, entró en la habitación donde esperaba Fortunato.

Palabra del Dia

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