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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Angelina me miraba atentamente, procurando observar el efecto que sus palabras producían en mí. Pues Angelina: ¡diga usted a esa señorita que ese joven soy yo, y que paso muy gratas horas, oyéndola tocar! ¡No! ¡Yo no le diré nada! Pero.... ¡Con razón dicen las gentes que está usted enamorado de Gabriela! exclamó apenada, trémula el labio, húmedos los ojos.
¡Pimentó!... ¡Lladre! ¡asómat! . ¡Pimentó!... ¡Ladrón! ¡asómate! Y su propia voz le causaba extrañeza, como si fuera de otro. Era una voz trémula y aflautada por la sofocación de la cólera. Nadie contestó. La puerta seguía cerrada: cerradas las ventanas y las tres aspilleras del remate de la fachada que daban luz al piso alto, á la cambra, donde eran guardadas las cosechas.
La amargura de los celos le acibaró el corazón; las lágrimas brotaron en abundancia de sus ojos. Cuando vió á solas á Nicolasa, con los ojos encarnados de llorar y con voz trémula le dijo: ¿Conque cedes al amor de D. Casimiro? ¿Conque vas á casarte? ¿Conque me matas? Calla, tontito mío, contestó ella. ¿Á qué vienen esas quejas? ¿Te he engañado yo jamás? No; no me has engañado.
Durante algunos segundos permaneció de pie, inmóvil, anonadada, trémula. ¡Pero Dios mío! ¿Qué es esto? exclamó con la voz temblorosa . ¿Dónde está la reina? ¿Dónde está su majestad? Y saliendo de su inacción, se precipitó de nuevo en la recámara de la reina. Ni en ésta, ni en el dormitorio, ni el oratorio había nadie.
Creyéndola enterada del desastre por alguna noticia particular, la dijo con el mayor desaliento: ¿Conque ya lo sabías? ¡Hace diez minutos nada más! respondió doña Juana, trémula y tartamudeando. ¿Quién te lo contó? Nadie. No puede ser eso. Alguno te ha dicho... Repito que nadie. Viendo yo que no salía de su cuarto a la hora acostumbrada, fuí allá para ver si estaba enferma.
Pero no te irás enojada conmigo añadió con trémula voz Doña Paca, siguiéndola a distancia en su lenta marcha por el pasillo. No, señora... ya sabe que yo no me enfado... replicó la anciana mirándola más compasiva que enojada . Adiós, adiós». Obdulia condujo a su madre al comedor diciéndole: «¡Pobre Nina!... Se va.
Así pensaba Lázaro, absorbido por sus cavilaciones, mientras la trémula claridad de los últimos instantes de la tarde iba dejando libre el paso en la atmósfera a las primeras sombras de la noche.
Por fin, haciendo un supremo esfuerzo, abandonó su sitial al lado de la chimenea, y con una sensación de espanto, se dirigió hacia el cofre. Al principio nada pudo distinguir en el interior, pero pocos momentos después, vió un rectángulo amarillento que yacía en el fondo. Hincóse de rodillas y con mano trémula extrajo aquel objeto.
El Duque se inclinó en señal de asentimiento, e Isabel, haciendo un esfuerzo para sobreponerse a su turbación, tomó la palabra y dijo con voz trémula: Vuestra Majestad ignora... y Su Eminencia el cardenal ha debido de decirlo... Que ese matrimonio merece la aprobación de Farinelli le interrumpió la Reina; e Isabel quedó estupefacta.
Las entrevistas de los dos se desarrollaron con arreglo á lo que ella había leído en las novelas amorosas que tienen por escenario á París. Iba en busca de Julio temiendo ser reconocida, trémula de emoción, escogiendo los trajes más sombríos, cubriéndose el rostro con un velo tupido, «el velo de adulterio», como decían sus amigas.
Palabra del Dia
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