Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 11 de junio de 2025
Los demás se acomodaron en un coche antiguo de viaje, sólido, pero de mala facha, tirado por cuatro caballos; era el que servía ordinariamente al Marqués en sus excursiones por la provincia, para llevar y traer electores unas veces y otras para cazar acaso en terreno vedado. ¡Se decían tantas cosas del coche de camino!
El portero prestó atención; después se puso de cuatro pies, mirando a su ama con semblante de marrullería y jovialidad. «Pues... esto... ¡Ah!, son unos gatitos que han tirado a la alcantarilla». ¡Gatitos!... ¿estás seguro... pero estás seguro de que son gatitos? Sí, señorita; y deben ser de la gata de la librería de ahí enfrente, que parió anoche y no los puede criar todos...
Hubo un momento en que pensé que le tiraba. Castro sonrió lleno de condescendencia. La niña se apresuró a decir: Ya sé que es usted un gran jinete; pero de todos modos, siempre puede suceder una desgracia. ¿Qué hubiera usted hecho si me hubiese tirado? preguntó él mirándola a los ojos fijamente. ¡Qué sé yo! exclamó la niña alzando los hombros y ruborizándose.
Pero por la mañana, después de tan fieras batallas, estaba tan cansado que, para recobrar las fuerzas, tenía que quedarse en la cama un par de horas más. Naturalmente, yo también he recibido algunos golpes le confesaba francamente al doctor Chevirev . Un diablo muy grande ha cogido una viga y me la ha tirado entre las piernas, me ha hecho caer y ha pretendido estrangularme.
La muchedumbre traía algunas luces, y de cuando en cuando una voz pronunciaba muy alto un viva, contestándole otra tremenda y múltiple voz. La gente bajaba, y Clara bajaba delante. Aquello le dió más miedo que los borrachos; pero cuando se encaró con la Cibeles, cuando vió aquella gran figura blanca en un carro tirado por dos monstruos blancos, se detuvo aterrada.
El jardincito del abate Constantín, sólo estaba separado del camino por una verja muy baja, en medio de la cual había una pequeña puerta. Los tres miraron y vieron venir un carruaje de alquiler de forma primitiva, tirado por dos grandes caballos blancos, manejados por un cochero de blusa. Junto al cochero iba un criado con librea de la más severa y perfecta corrección.
El coche era un faetón tirado por seis mulas rojas que habían sido adquiridas por don Germán en diversas ferias de España. No poco trabajo y dinero le había costado juntarlas tan iguales. Pero ahora este soberbio tiro causaba la admiración de los transeúntes, cuando enjaezado a la calesera con madroños verdes entraba por las calles de Madrid.
La señora vieja, sollozando, se tiró en la hierba, por consejo de Martín. ¿Es usted buen tirador? preguntó Zalacaín al extranjero. ¿Yo? Sí. Bastante regular. ¿Y usted, señorita? También he tirado algunas veces. Seis hombres se fueron acercando a unos cien metros de donde estaban guarecidos Martín, la señorita y el extranjero. Uno de ellos era Luschía.
Puse mi caballo junto al suyo y esperamos la aproximación del cortejo. Venían en primer término dos sirvientes a caballo, con negras libreas galoneadas de plata. Seguíanlos un coche fúnebre tirado por cuatro caballos, y en él un féretro cubierto con negros crespones. Detrás iba un jinete enlutado y sombrero en mano.
Por cierto que no parecía sino que estaba tirando del mismo hilo de que había tirado Leto poco antes, al ver cómo iban apareciendo en el desfile la mayor parte de las cosas y de los sucesos que acababan de desfilar por la cabeza del hijo del boticario.
Palabra del Dia
Otros Mirando