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Actualizado: 11 de junio de 2025
¿Le he hecho daño, miss Rojas? dijo otra vez el joven con voz suplicante, como si su emoción no le permitiera en aquellos momentos preguntar otra cosa . ¿Verdad que no he tirado el lazo muy mal?...
Siendo como sois sobrino del cocinero mayor del rey, y viniendo como vendréis por esta razón, con frecuencia, á palacio, me veréis de seguro. ¿Pero vos no haréis nada porque yo os vea? No respondió fríamente la dama. ¡Ah! perdonad, señora. Estáis perdonado; ahora sepamos: ¿habéis muerto á don Rodrigo Calderón? No lo sé, señora; sólo sé que le he tirado á muerte. ¿Os ha conocido don Rodrigo?
Se comprende que no se trató de ninguna clase de arreglo; en cuanto a la elección de las armas, claro está que el señor de Maurescamp, después de lo que había pasado en las diferentes ocasiones que habían tirado el florete con de Sontis, habría preferido la pistola; pero si el acto de tan mal gusto del oficial, de aceptar la oferta de la señora de Maurescamp, habíale dado al marido el papel de ofendido, éste había perdido su derecho, dejándose llevar de otro más sangriento.
Y, sin embargo, el día que uno de ellos se presenta con un nuevo tren tirado por un tronco de raza sería asesinado gozosamente por sus más íntimos amigos. Casi todas las semanas se escapaba el indiano algunas horas o un día entero a su finca.
De pronto sonó ruido de cascabeles y trallazos, y ambas mujeres vieron venir por la carretera un coche de colleras tirado por cuatro mulas y envuelto en una nube de polvo. Pocos minutos después el coche se detenía, y el amante esperado se apeaba solo, ligero y ágil, saltando como un muchacho. Felisa, sin acertar a creer lo que veía, gritó a su compañero: ¡Es él! ¡Solo! ¡Sin vendas ni trapos!
Por la parte alta del río percibieron un ruido como el que hace al caer un cuerpo pesado en el agua. Miraron en aquella dirección; pero la sombra que proyectaba el bosque era tan espesa, que no pudieron descubrir nada. ¿Has oído, Horn? Sí, señor Cornelio contestó el marino, con cierta inquietud. Alguien se ha tirado al río. Eso temo. ¿Algún pirata, quizá?
Barbacana, con la superioridad de su inteligencia, y aun de su instrucción, comprendía dos cosas: primera, que se había arrimado a pared más sólida, a gente que no desampara a sus amigos; segunda, que cuando se le antojase pasarse con armas y bagajes al campo opuesto, conseguiría siempre hundir a Trampeta. Ya había tirado sus líneas para el caso próximo de la elección de diputados.
El gran cabriolé, tirado por el viejo y tranquilo caballo gris, estaba estacionado delante de la puerta de entrada, y el señor Lammeter estaba ya en el vestíbulo recordándole a Godfrey las buenas cualidades de Tordillo, en la época en que su amo lo montaba.
Sirviéronnos, primeramente, chocolate al exclaustrado y á mí, pues la familia se despachó á su gusto con sendas cazuelas de sopas de leche. Y dije «primeramente», porque el reverendo, después que con el último sorbo estrepitoso, infinito, sublime, tirado al pocillo, apuró «cuanto en el hondo cangilón había»,
El pájaro cayó como fulminado y rebotó con sordo ruido sobre la seca tierra de la viña. Era un magnífico macho de perdiz, de color vivo, rojos y duros como el coral el pico y las patas, armado de espolones como un gallo, casi tan ancha la pechuga como la de un pollo cebado. Caballero me dijo el señor Domingo adelantando en dirección a nosotros, excuse el haber tirado sobre la muestra de su perro.
Palabra del Dia
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