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Actualizado: 11 de junio de 2025
Dijole que iba a sanarla con su varita mágica y que después se la llevaría a viajar a su país, que era naturalmente el País de las Hadas, en un cochecito de marfil tirado por dos grandes mariposas azules. Pero para eso era menester que su ahijada demostrara antes que era buena...
El Consejo Ejecutivo le regaló una máquina rodante que tiene la forma de un águila con una lira en las garras, pero ella ha guardado este tributo de la gratitud nacional, y prefiere seguir yendo á todas partes, como otras señoras viejas de su época, en un carrito ligero tirado por tres hombres que están á su servicio, y á los que acaricia frecuentemente con el látigo.... ¿Qué piensa usted, gentleman?
Yacía sola y abandonada, a la puesta de sol, en medio de las caídas columnas de un templo en ruinas, en actitud graciosa aunque melancólica, mientras que su marido se alejaba rápidamente, con una mujer de rojo cabello, pavoneándose a su lado en un lujoso carruaje tirado por un magnífico tronco. Apoyada sobre la maleta que acababa de llenar, compuso el plan del lúgubre poema de su desgracia.
En el rio Phacido, los exploradores Luisistas salieron de su ya destruida fortaleza, y acercándose á la de los Portugueses, hicieron huir tres guardas de los caballos, que los apacentaban junto á la misma fortaleza; y habiéndoles tirado en vano un cañonazo desde el castillo, quitaron al enemigo una tropa de 14 caballos.
Antes de llegar a la verja, en un rincón del camino oscurecido por la sombra de algunos árboles, los pies de Clementina tropezaron con un objeto que por poco la hace caer. Dió un grito: se le figuró que el obstáculo era el de un cuerpo humano. Raimundo sacó un fósforo, y en efecto, reconocieron que era un chico de diez a doce años el que allí estaba tirado. Pusiéronle en pie.
Irritóse mucho de que Currita no hubiese tirado por la ventana al jefe de orden público; juró que no saldría de allí aquel indecente sin oír antes de sus labios cuatro palabritas bien dichas, y alborotando y accionando, y sacando la lengua a los agentes de orden público que encontró al paso, fue a parar al comedor, porque eran ya las doce, estaba en ayunas, tenía hambre y se hacía imposible salir de allí hasta que terminara el registro.
No se le había oído jamás otra interjección, pero, en cambio, de ésta poseía tal abundancia, que no le bastaba poner una a cada palabra; a veces ponía dos o tres. Los tenderos salían a la puerta a escucharle, pero sonriendo, sin sorpresa alguna, como acostumbrados de antiguo a este espectáculo. Don Roque hoy ha tirado de firme a los vencejos le decía uno a otro en voz alta.
El mocetón, aturdido por estas caricias y asustado por las heridas superficiales que notaba en el rostro de la joven, preguntó con ansiedad: ¿Le he hecho daño, miss Rojas?... ¿No es cierto que he tirado el lazo menos mal que otras veces?... Los dos le ayudaron á montar, y marcharon junto á su caballo con dirección al rancho de la India Muerta.
Venía por la mañana de su quinta en su clásico cupé tirado por dos caballos gateados, mansos y tranquilos, que volvían a conducirlo por la tarde o por la noche, si las exigencias del trabajo reclamaban su presencia en el escritorio después de comer.
Algunos caballeros estaban disfrazados: había uno vestido de fraile haciendo oración entre las malezas de una sierra, con su calavera y todo al lado. Me dijeron que era un muchacho de la nobleza que había renunciado al mundo por desengaños de amor. Bien se le conocía al pobre, a pesar de su vestimenta eremítica, que había tirado muchos tiros al pichón.
Palabra del Dia
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